jueves, 29 de septiembre de 2016

ESCRIBIR NOVELA NEGRA. POR MANU DE ORDOÑANA, ANA MERINO Y ANE MAYOZ


Estas tres palabras contenidas en el título del libro desvelan su interior. Se dan consejos sobre la escritura de la novela en general y sobre la novela negra, en particular. Se analizan varias novelas para mostrar todos los recursos que ayudarán al futuro novelista. El autor del mismo es el fecundo escritor británico H.R.F. Keating (1926-2011). Es quien, tras crear un gran número de clásicas novelas de detectives, publicó varios ensayos relacionados. Además fue presidente de la Crime Writers’ Association entre 1970 y 1971 y presidente del Detection Club entre 1985 y 2000.

Keating insiste en que una novela negra tiene como finalidad el entretenimiento y como tema principal el asesinato en todas sus variantes. Es además una ficción que antepone siempre el lector al escritor; hay un pacto invisible con él, un pacto con el que se trata de no engañarle, de jugar limpio. En ese pacto está el que dentro de los posibles sospechosos se esconda el asesino. Este tipo de novelas resultan atrayentes porque tanto el crimen como el mal existen. El mal es lo que más fascina al ser humano, se manifiesta en nuestra propia naturaleza o surge en las relaciones entre los seres humanos.

Nunca hay que olvidar que la novela negra es ante todo una historia. Por esto convendría encontrar un argumento que surja de algo sobre lo que realmente se quisiera escribir: un tipo determinado de persona, una situación conocida… Resalta que una buena novela detectivesca surgirá cuando el rompecabezas se solucione y a su vez revele lo que la novela debía comunicar.

Desde que la historia detectivesca alcanzó su cénit entre 1920 y 1940, se han ido introduciendo continuos cambios y tendencias. Se intenta clasificar, puntualizar los distintos tipos pero si la distinción teórica es clara, en la práctica la línea divisoria se encuentra muchas veces borrosa. Aún así se mencionan algunas variantes.

Surgió la llamada “historia invertida” que comienza cuando al asesino se le ve cometiendo el crimen y, al final, es descubierto pese a la aparente perfección de su método. Luego el howdunit o cómo-lo-hizo, donde se sabe quién es e interesa demostrar cómo ha podido cometer semejante crimen. El whydunit, por-qué-lo-hizo, donde importa  por qué esa persona es capaz de llevar a cabo el asesinato.
Más adelante y en oposición a la primigenia historia detectivesca apareció la novela detectivesca, que es la que tiene un tema, la que trata de algo. Cuanto más interesante sea el asesinado, mejor puede ser el libro; la víctima debería ejemplificar, de algún modo, el tema principal. “Personalmente, con esta denominación, me refiero a una obra en la que el factor rompecabezas se reduce, los personajes son mucho más vívidos y reales que los que se necesitaban para la historia detectivesca y sus características y comportamientos son tratados con mucho más peso. Después aparecerá la novela criminal, es decir, la novela detectivesca desarrollada que otorga todavía un mayor énfasis a los personajes, y, sobre todo, y especialmente, a su medio, a todo aquello que los rodea. Pese a seguir manteniendo el crimen como uno de sus elementos esenciales y estando también concebidas como entretenimiento, este tipo de novelas no considerarán el elemento rompecabezas como un factor principal.

Es más fácil reconocerla que definirla. Se trata de la novela de suspense. Aunque se asemeja bastante al thriller, éste está pensado para estremecer; frente a aquella donde predomina la noción de suspense a lo largo de toda la novela. Las novelas de Patricia Highsmith contienen un estilo diferente de suspense, puesto que toma casos extremos. Ella misma reconoce que lo que enciende su imaginación es siempre toda esa gente que es capaz de traspasar los límites. Y es que ella ha elogiado a los criminales, a quienes considera “gente activa, de espíritu libre y que no se arrodilla ante nadie.”

Existe también la novela de fondo histórico. Aquí tendrán relación el lugar, la comunidad o el modo de vida particular donde se va a producir un determinado crimen. El autor de este libro tuvo dificultad a la hora de vender sus primeras novelas criminales a las editoriales puesto que las calificaban de “demasiado británicas”. Por eso, alejó la historia de su entorno, la alejó tanto que decidió situarla en la India, a pesar de que él nunca había estado allí. “La India es un lugar en el que las cosas no llegan a ser nunca perfectas. No poder ser perfecto junto con intentar ser lo más perfecto posible era uno de los grandes problemas del ser humano que también encendía mi imaginación.” Así apareció en 1964 The Perfect Murder, su primer libro publicado en América y con el que logró entrar a ese mercado.
Si se echa la vista atrás, hay que mencionar a Edgar Allan Poe, quien fue el iniciador de todo el género detectivesco. Con sus historias aportó muchas de las características esenciales del género. Creó la figura del ayudante (de Watson por ejemplo de Sherlock Holmes), que en realidad no es algo imprescindible. Pero sí que lo son muchos otros elementos como los que menciona P.D. James al describir la historia detectivesca como un relato en el que siempre hay una misteriosa muerte; también un círculo cerrado de sospechosos, quienes deben tener una razón creíble para cometer el asesinato y un detective que será el personaje central que resolverá el misterio mediante una lógica deductiva.

En cuanto al detective, la figura del detective se ha convertido en el gran detective gracias a personajes como Miss Marple de Agatha Christie, Auguste Dupin de Poe, Sherlock Holmes creado por Conan Doyle… Todos ellos se caracterizan por ser investigadores dotados de poderes que van más allá de los de cualquier otro mortal. Intentan conocer hasta el más mínimo detalle de la vida de los sospechosos, se introducen en la mente de otras personas, unen lo intuitivo con lo racional… No se pueden dejar de lado estos monstruos a la hora de inventar esta figura y sobre todo es bueno tener presente que deberá ser él quien lo averigüe todo. El autor opina que el detective que se vaya a crear puede ser como su inspector Gothe, quien, aparentemente, está muy lejos de ser un héroe, pero cuya actuación sí que resulta creíble, que es lo que debe importar.  Añade que se debe tener mucho cuidado si se elige al tipo que no se parece en nada a uno mismo, porque costará reflejar sus intuiciones y pensamientos con naturalidad. Ágatha Christie en su Autobiografía cuenta cómo cuando estaba creando a Poirot, jugó con la idea de hacer de su detective casi un colegial. Lo veía atractivo, novedoso y pícaro. Pero astutamente se dio cuenta de que sería mucho más difícil ver a través de unas lentes juveniles que a través de unas de origen belga.

Hay que dedicarle tiempo al personaje principal, que sea diferente a los demás, por eso viene bien caracterizarlo con un rasgo marcado y definitorio. Incluso la primera vez que se describa, ese rasgo se puede exagerar para que quede su imagen fija en la mente del lector; así más adelante bastará con mencionarlo. Éste es un pequeño truco que Keating aprendió leyendo un voluminoso estudio sobre el gran Joseph Conrad.

El gran éxito de la compleja historia criminal acabó produciendo en California las potentes historias del investigador privado, el héroe desde cuyos ojos vemos la historia. Este personaje es una persona de acción, investiga personalmente. En realidad, es una vuelta a los caballeros andantes, de ahí que Chandler coja el nombre de Malory por el autor de La muerte de Arturo o Robert Parker llame a su héroe Spenser por el poeta de The Fairy Queen. Estas historias según, uno de sus mayores exponentes, Raymond Chandler “devolvieron de nuevo el asesinato a esa clase de gente que lo comete por alguna razón y no sólo para tener un cadáver”. El germen de este tipo de relatos está en las revistas baratas americanas de los años veinte o treinta (pulps). Posteriormente hay que decir que el género cruzó con éxito el Atlántico pese a ser americano en su origen.

Las pistas forman parte del juego que mantienen escritor y lector. Dorothy L. Sayers afirmó que cualquier tonto puede mentir, pero que el escritor de novelas detectivescas inteligente sabrá contar la verdad de tal manera que sean los mismos lectores quienes acaben engañándose a sí mismos. Según Keating la mejor manera de engañar a los lectores es poniéndoles delante la pista que les va a llevar a la solución, parecerá que esa pista está para todo excepto para que la vean. Mejor si la pista está frente al lector, expuesta de un modo arriesgado y audaz, desafiándolo a descubrirla. Y en estos casos, sobre todo, es cuando hay que cerciorarse de que un detalle nos puede dar mucho juego: el carácter del personaje. Puede reflejar el tema del libro, puede ser un elemento que adelante la acción de la historia… y sería fantástico si pudiera hacer todo esto a la vez.

En cualquier historia novelesca aparecerán dos elementos imprescindibles: por un lado, la trama, esto es, el asesinato y cómo ocurrió y, por otro, la historia, lo que tiene lugar de una forma concatenada. A la hora de contarla, entra en escena la forma. En este tipo de novelas la forma debe ser concreta y determinada. Se parte del asesinato, se va ampliando con la aparición de varios sospechosos y casi en el último momento se comprime y acaba de nuevo en el tema central, es decir, el asesinato. Este es un esquema principal que puede ampliarse añadiendo otro asesinato hacia el final. Un gran secreto de Keating es: “…si escribes, piensa a quién le estás hablando, y después cuéntale lo que quiere oír”.

En el momento de crear el asesinato, es necesario escribirlo paso a paso. Esto ayudará a la credibilidad de la obra, aunque se sepa que nunca aparecerá en la novela, puesto que el asesinato es lo que queda oculto y nunca se cuenta.

Por lo que respecta a los sospechosos, Keating hace hincapié en que el número de ellos no debiera ser muy alto. Cuatro sería una cifra de sospechosos suficiente. Y es que siempre hay que hacerle caso a Graham Greene: “Una historia no tiene espacio más que para un número limitado de personajes inventados”.

Una novela es acción y más este tipo de novelas. La acción son acontecimientos. Y la clave para escribir escenas de acción es limitar al máximo las descripciones. Sorprendentemente una sencilla descripción puede atrapar al lector, para esto hay que procurar exponer los hechos de forma detallada,  de modo creíble. Graham Greene dijo en uno de sus libros autobiográficos que “la emoción es algo sencillo. Debería ser descrita sin rodeos, sin envoltorios metafóricos, ya que éstos son reflejos de pensamientos que pasan por la mente de quien escribe. Pero la acción es cuando no hay tiempo para reflexionar.”

Los diálogos y la narración serán activos, vivaces, porque el detective privado siempre se está moviendo a la caza de la pista. Los interrogatorios no deben ser grises ni aburridos. De repente el interrogado debería decir algo inesperado, o callarse o mentir para así conservar viva la curiosidad del lector.

No se cansa de repetir el autor de este libro que hay que mantener al lector con nosotros, mantenerlo expectante y esto es una cuestión de ritmo. Y compara el ritmo a la conducción: “Igual que en un coche, existe una velocidad adecuada para cada tramo del camino, y no se puede ir demasiado rápido en sucesos importantes ni tampoco perder demasiado tiempo describiendo algo trivial”.

Ya se sabe que iniciar una novela no es algo baladí, y finalizarla menos. En este tipo de novelas muchos se precipitan y Keating confiesa que su mujer (la actriz Sheila Mitchel) se lo ha echado en cara tras leer varias de las suyas. Para que el lector acabe la historia a gusto, hay que redondear la obra de manera que pueda notar el final no sólo visualmente sino de un modo mucho más sentido y profundo. Insiste: “Deberíamos tratar de conseguir un efecto similar al de las últimas notas de una sinfonía; oyéndolas, aquel que las escucha sabe que ha llegado el final, que el trabajo está acabado”.

A la hora de ponerse a escribir, da el consejo de todos los demás autores, “escribe”. Y otro consejo también conocido por todos: es necesario tener en cuenta a los grandes novelistas del pasado, esos cuyas obras demuestran intensidad aún hoy. Opina que esa intensidad reside en las palabras. “Tenían el don de saber utilizar la palabra exacta, y no otra. Y esa aspiración es la que todos deberíamos tener en mente. Cada vez que usamos una palabra que no es la correcta generalmente no nos molestamos en eliminarla de esa vívida descripción que podemos haber escrito. Y hacerlo de forma repetida puede acabar ofuscando nuestra historia.” Reconoce que no es fácil conseguir esa palabra justa, pero para que nadie desista alude a que el mismo Simenon tenía que cambiarse de camisa tras una hora ante su máquina de escribir debido al sudor que generaba su esfuerzo.

Keating también reconoce que de Graham Greene aprendió a llevarse a la cama lo escrito ese día para leerlo. Así el subconsciente se prepara para el trabajo del día siguiente, aunque no está de más releer las últimas páginas antes de empezar.

Asimismo no olvida lo que el novelista indio R. K. Narayan pronunció en un programa de televisión. Dijo que cada vez dedicaba más tiempo a la corrección y revisión del texto “para poder hacer que valga la pena que se imprima”. Por esto, Keating afirma que al final, una vez escrita la novela, “hay que intentar acallar al creador para dejar salir al crítico”. Porque está convencido de que “es en los pequeños detalles donde radica la diferencia entre un libro que está bien y un libro que el lector no olvidará, o quizá entre un libro que rechace un editor y uno que esté deseando publicar”.

Un artículo de Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

miércoles, 28 de septiembre de 2016

MI SOLÍCITO DESEO.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Mi mujer me ha prometido un premio si me curo pronto del catarro. Pero ella está tan metida en su propia jurisdicción que no se da cuenta que a mí no me interesan sus regalos. Yo sólo deseo que me haga caso, porque siempre tengo que competir con sus proyectos y sus correspondientes reformas. No sé para qué se casó conmigo o hizo la carrera de derecho, porque se pasa las noches tecleando delante de su ordenador, mientras yo me tengo que conformar con verla reflejada en la sombra que la bombilla de su despacho emite sobre la pared del pasillo. Ni mi tos ni mis anhelos la sacan de su togado ensimismamiento. Y sus promesas, como las de los personajes de sus novelas de abogados, de nuevo se incumplen, porque las absoluciones se convierten en condenas, y los plazos se pierden en el olvido, como mi solícito deseo.


Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

martes, 27 de septiembre de 2016

LOQUILLO, Y SU GIRA SALUD Y ROCK & ROLL EN LA PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS: MÁS ALLÁ DE LA MÚSICA Y EL TIEMPO




Refugiado en su música, parapetado en su sempiterna indumentaria negra rematada con unos castellanos del mismo color que aún le permiten bailar como si tuviera treinta años menos, y, sobre todo, varado en esa especie de isla desde la que defiende sus ideas y compone grandes canciones, así se presentó —más allá de la música y el tiempo— Loquillo en Las Ventas de Madrid. Al inicio nos advirtió que, con su madurez, llegó también la poesía de altos vuelos a sus letras; de poesía y de esas palabras irreconciliables con la mediocridad, podríamos añadir. Altura de miras y de música, pues el más puro rock’n’roll ha dado paso al rock a secas: oscuro, duro, impactante e inteligente; una música y un estilo de un hombre hecho a sí mismo y curtido en la disidencia de los que no se conforman con el éxito sin más. Así sedujo Loquillo, o mejor dicho El Loco, a las quince mil almas que abarrotaban el espacio habilitado en el coso taurino de Las Ventas de Madrid el pasado sábado 24 de septiembre; una fecha a recordar en la trayectoria del músico catalán, que también quiso congratularse con el entorno, cuando a modo de intro sonó un pasodoble de los de siempre, de esos que todavía te ponen los pelos de punta de lo profundos que suenan. Un magnífico preámbulo de Viento del este: «Las palabras de poetas./ Enterraron los fusiles./ En valles y mesetas./ Con hambre frío y sed./ Volverá otra vez a soplar/ Viento del este» que suena ya a clásico en esa última vertiente musical de El Loco y su banda, que continuaron con Línea clara y un emergente y rompedor sonido del órgano Hammond que también compitió como nadie con las guitarras al aire del resto de la banda cuando sonó Territorios libres: «No retroceder/ Ni un paso atrás», demoledora declaración de intenciones para el mundo en el que vivimos, pues la presencia de Loquillo en este país, todavía llamado España, va más allá de la música y del paso del tiempo: «Desconfiado como un animal/ que defiende su espacio vital», nos vuelve a recordar en la misma canción, pues quizá, por eso, se mantiene firme como un junco al que no logra doblar el viento de los insulsos y mediáticos perdedores, por muy fuerte que sea éste. Esa nueva fuerza vital de Loquillo está acompañada de un nuevo sonido con el que ha impregnado a sus canciones; unas melodías que las hace más apabullantes y certeras, sin por ello olvidar sus grandes temas de siempre, que empezaron a sonar con Planeta rock, para de nuevo sumergirse en las guitarras oscuras que se aliaron con El mundo que conocimos: «El espacio que habitamos, los instantes que compartimos./ Las personas que tratamos, todo el tiempo que perdimos./ Mis adicciones privadas, tus amores furtivos./ Los besos cautivos burlando el destino./… ¿Dónde está? ¿Dónde fue la Europa que ganamos?/ ¿Dónde está? ¿Dónde fue la España que perdimos?»; una gran letra para una gran canción —de lo mejor de la larga noche—, no en vano el público no dejó de gritar: Loco, Loco, Loco…, mientras la escuchaba. Gritos a los que él respondió con un: «Madrid, aquí me tienes». Con Viaje al norte sube al escenario Robert Grima de Los Negativos, la única colaboración de esta fiesta que no conoció ni himnos ni fronteras ni banderas, más allá de la que esgrimieron sus seguidores con el famoso logotipo del grupo. «Vayas a dónde vayas/ encontrarás espejismos», nos recuerda a continuación en Cruzando el paraíso, donde los teclados de Raúl Bernal suenan a tope igual que si emularan un himno al amor, sin duda, preludio del primer delirio de la noche cuando suena El Rompeolas —el público se levanta de las gradas y andanadas y comienza a bailar— bajo sonidos country, a los que siguen Memoria de jóvenes airados: «Nosotros que somos los de entonces», y la polémica La mataré, que el público, sin embargo, corea con un largo oh. oh, oh…., hasta llegar a El ritmo del garaje: «Tu madre no lo dice no/ pero me mira mal. Quien es ese chico tan raro con el que vas...», para cerrar la primera parte del concierto.



Si con la primera entrée Loquillo nos envió un claro mensaje, con el inicio de la segunda parte también lo hizo, pues Laurent Castagnet (a la batería), Alfonso Alcalá (al bajo), Igor Paskual, Josu García y Mario Cobo a las guitarras, junto a Raúl Bernal a los teclados, interpretaron un tema instrumental muy al estilo de The Shadows, lo que además les sirvió para mostranos sus nuevos atuendos, que iban a juego con el sonido y los viejos tiempos que se difuminaron cuando sonó Eres un rocker —complemento perfecto de la chaqueta plagada de brillantitos que llevaba El Loco: puro rock & roll—. Contrabajo, acordeón y guitarra acústica tomaron el escenario para revitalizar sonidos rockabillies o duduás cuando sonaron Chanel, cocaína y Don Perignon o Piratas, respectivamente, preámbulo de Quiero un camión, Esto no es Hawai (qué guay), Rusty: «¿A qué sabía el deseo./ A piedra mojada, a fuego./ A sangre, a verte...», un tema cuya letra está compuesta por el escritor Carlos Zanón, hasta recalar en Feo, fuerte y formal: «No vine aquí para hacer amigos/ pero sabes que siempre puedes contar conmigo», y así terminar de romper el silencio de la noche. Noche de lobos, noche de aullidos y noche de gritos de una libertad subida a la grupa de una música y unas letras que no saben nada de fronteras. Tras casi tres horas de concierto El Loco decidió hablar: «no soy un tipo que hable en los conciertos, pero hoy os voy a decir algo: que nuestra vida es mejor por vosotros», tras lo cual, llegaron Las calles de Madrid y Rock and Roll Star. Y bajo un interminable eco que no paraba de repetir: Loco, Loco, Loco, El Loco tomó de nuevo la palabra: «para todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida…, esta canción es, de corazón, para Madrid —y tras presentar a la banda, continúa— Soy un barcelonés que ama esta ciudad. Sumamos, no restamos». Una despedida que no fue tal, pues tras sus palabras sí lo hizo como mejor sabe hacer: con su música, pues no en vano, comenzaron a sonar las notas de El Cadillac solitario: «Siempre quise ir a L.A./ dejar un día esta ciudad...»





Ángel Silvelo Gabriel

viernes, 23 de septiembre de 2016

BOOKCROSSING SIN DERECHO A APELACIÓN.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Existe algo peor en este mundo que una mala sentencia? «Un libro largo y mal escrito», me dije. De ahí, que no sintiera remordimientos cuando le dejé abandonado en un banco de la avenida. Pensé que no existía una fianza literaria, lo suficientemente portentosa, como para que le salvara de su fatídica condena, a pesar de ser consciente de que, ni siquiera el mejor de los bronceadores con un alto porcentaje de protección, sería suficiente para borrar las huellas de mi abandono. Sin embargo, un piadoso rayo de luz me iluminó antes de alejarme de él, y mi fama de abogado de pleitos pobres hizo el resto, porque le concedí una última oportunidad en forma de inscripción final. Al día siguiente, cuando me acerqué a comprobar si todavía permanecía donde yo le había dejado no me extrañé al no verle. En definitiva, sólo se trataba de un pésimo libro que yo mismo había redactado sobre escritores fracasados metidos a abogados sin diploma en judicatura, bajo cuyo título, se exhibía un post-it que ponía: BookCrossing sin derecho a apelación; un epitafio que a él, sin embargo, le salvó de mi condena.

Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

jueves, 22 de septiembre de 2016

STEFAN ZWEIG, ¿FUE ÉL?: EMPATÍA, CELOS Y UN PERRO



El arrebato como forma de ser y estar en el mundo tiene sus complicaciones, pues a pesar de que en la sociedad en la que vivimos, quizá, nada sea tan inútil como lo es la poesía (si tomamos a ésta como una de las expresiones de la pasión —en este caso literaria— llevada al infinito), no es menos cierto que todo aquello que sobrepasa ciertos límites, acaba volviéndose en contra de uno mismo. En este sentido, y sólo por poner tres ejemplos: el amor se convierte en egoísmo, la egolatría en tiranía y la amistad en tormento. Así, el gran Stefan Zweig, en esta nouvelle o relato corto titulado, ¿Fue él?, nos despliega (en apenas setenta y cuatro páginas), todas las armas que un buen escritor debe poseer acerca de su conocimiento sobre el comportamiento de los seres humanos y las consecuencias que sus actos, en apariencia inofensivos, pueden tener sobre sus vidas. En esta especie de tesis que el escritor austriaco nos propone sobre las pasiones desaforadas que no conocen límite, asistimos, bajo su prodigiosa batuta literaria, a una sonata que mezcla la belleza del paisaje con la bondad tamizada por la edad madura, y a la cordura que el silencio lleva asociado en ocasiones con el pernicioso comportamiento (por excesivo) del cariño y sus múltiples manifestaciones. Con todo ello, Zweig nos propone un tource de force sobre las consecuencias de ese cariño desmedido antes mencionado, y lo hace apoyándose en las reglas básicas de la dosificación de la información que nos va llevando, poco a poco, a lo largo del relato, a imaginar ese lugar cercano a Bath y a su canal de Kenneth-Avon, e incluso, a aceptar, los profundos pensamientos de Ponto: un perro. Un perro, sí, que a medida que va avanzando la historia, se convierte en el verdadero protagonista de esta amalgama de empatía y celos.



Si bien, esta pequeña pieza literaria no es lo mejor de Stefan Zweig, sí posee todas las características armoniosas de su estilo, pues desde el magnífico inicio en el que apenas en unas hojas ya nos pone en situación acerca de aquello que nos quiere contar, hasta el manejo magistral de la tensión narrativa —cuyo punto álgido llega en la parte final del mismo— con la que consigue que no dejes de leer a pesar que desde el principio ya intuyes el final, el escritor austriaco nos sumerge en la sinrazón de los celos para tratar de paso la soledad y el desamparo del amor y las trágicas consecuencias que éste puede conllevar. Esta reflexión sobre el ser humano, le coloca, una vez más, en ese podio en el que muy pocos escritores, no sólo están, sino en el que permanecen con el paso del tiempo, porque quizá, el alma humana y sus más profundas grietas no cambian con el transcurso de los días, ya que la esencia del hombre siempre es la misma y Zweig lo sabe y nos lo transmite perfectamente con sus palabras, aunque sea a través de un relato tan sencillo como éste.





Ángel Silvelo Gabriel 

martes, 20 de septiembre de 2016

FERNANDO PESSOA, SU ESTILOGRÁFICA, UN CIGARRILLO Y UNA TAZA DE CAFÉ: LA INTRAHISTORIA DE SU RETRATO MÁS CONOCIDO



Pocas imágenes se conocen del hombre que se paseaba por Lisboa sin pisar sus charcos;  un Pessoa que, a buen seguro, no llegó a imaginar que sería retratado por su amigo Almada Negrerios, o que su figura, tan característica para los conocedores de su extensa obra literaria, sería esculpida en cerámica por una empresa gallega (Sargadelos).  Del mismo modo, que el escritor y poeta que quiso y luchó en su auto exilio por ser uno entre muchos o muchos en uno solo, no concebiría que, con el paso de los años, se convertiría en el símbolo de su nación, como si su figura, representara el mejor reclamo del alma de los portugueses y de esa gloria que siempre enfrenta al glorioso pasado con el decadente presente que gobierna los designios de su poemario Mensagem (Premio Antero de Quental en el año 1934) y que nos sumerge en la sempiterna melancolía de la saudade lusitana. En este sentido, Pessoa y su obra se manifiestan como aquello que no pudo llegar a ser, igual que si fueran ese último poema que nunca se llega a escribir, lo que nos remarca, una vez más, una vida que al igual que su obra, estuvo llena de paradojas, y sin duda, su iconografía más allá de su talento literario es una de ellas. Una presencia mediática que, sin embargo, comenzó mal, tras su fallido intento de ser el publicista más conocido de Portugal por haber creado el eslogan de la Coca-Cola, lo que no logró por su desacierto: «Primero se extraña. Después se entraña», rezaba su propuesta, sin duda, uno de los peores eslóganes publicitarios de la historia, lo que no nos resulta tan llamativo o extraño si nos alejamos de su obra. Sin embargo, ese ha sido el secreto de este portugués universal, que quiso serlo todo y saberlo todo en su vida. Una vida que se apagó a los 47 años por una cirrosis. Paradoja o no, el último poema que escribió treinta días antes de su muerte (acaecida en el hospital de San Luis de los Franceses de Lisboa el 30 de noviembre de 1935), se inicia así: «qué triste la noche sin luna», quizá, por eso, su amigo Almada Negreiros lo retrató para que su luz nunca se apagara, incluso para aquellos que nunca le han leído.

                                              

Almada Negreiros, gran amigo de Pessoa, le pintó de memoria veinte años después de su muerte. Le retrató con un estilo cubista y rodeado de todos los elementos emblemáticos del poeta: su estilográfica, un cigarrillo y una taza de café. La imagen es muy parecida a la que uno puede adivinar si visita el Café Martinho da Arcada, situado en la Plaza del Comercio en Lisboa, donde todavía permanece vacía la mesa en la que acostumbraba a sentarse el poeta, y que ahora, a modo de homenaje continúa vacía, si exceptuamos una taza de café con un vaso de agua y algunos libros esparcidos en la misma. Si uno va a Lisboa —la ciudad de las siete colinas y la luz azul— y visita este café íntimamente unido también al libro de José Saramago, El año de la muerte de Ricardo Reis, se lo puede imaginar sin dificultad con sus gafas pequeñas redondas, su bigotito en forma de triángulo y un pitillo entre sus dedos, que parece que estuviera a punto de abalanzarse sobre su pajarita que, con un nudo bien apretado, le distorsiona el cuello de su camisa. En el cuadro, igual que en la figura de Sargadelos, se puede ver un ejemplar del número 2 (y último) de la revista Orpheu; una revista fundada en 1915 por el grupo modernista formado, entre otros, por el propio Fernando Pessoa, Almada, Pessoa, Eduardo Gimaraens, y el gran amigo de Pessoa, Mario Sa-Carneiro (que se suicidó en París en 1916), dejando huérfano a Pessoa de su mejor amigo, y del más válido interlocutor literario e intelectual del insigne poeta portugués.



El cuadro fue pintado por Almada Negreiros para el restaurante Os Irmaos Unidos (cerró en el año 1969), un espacio frecuentado por Almada Negreiros y ligado a otros nombres relacionados con la revista Orpheu. En el año 1970, el cuadro se subastó, partiendo de un precio de 250€ y alcanzando la cifra de 6.500€. El cuadro fue ofrecido por Jorge de Brito a la Cámara Municipal de Lisboa, y desde el año 1993 está expuesto en la Casa Fernando Pessoa situada en la Rua Coelho da Rocha, 16 de la capital portuguesa, muy cerca de donde fue enterrado por primera vez el poeta: en el panteón número 4371 del cementerio Dos Prazeres (ahora descansa junto al resto de portugueses ilustres en el claustro del Monasterio de Los Jerónimos de Bélem, muy cerca de Lisboa).



Se da la circunstancia, de que en el año 1964, la Fundación Calouste Gulbenkian encargó a Almada Negreiros otro cuadro de Pessoa. Este nuevo retrato es una réplica exacta del primero, pero con la particularidad de que es una imagen invertida del anterior, como si fuera el reflejo de un espejo. Este segundo retrato, en la actualidad, forma parte de la colección de Arte Moderno de la Fundación Calouste Gulbenkian, una de las visitas imprescindibles a realizar en la ciudad lisboeta.



Las figuras del poeta convertidas en iconos para sus numerosos y devotos seguidores no acaba aquí, ya que si nos detenemos en la figura de Pessoa de Sargadelos, la misma, aparte de recrear el cuadro del poeta antes mencionado, trae una última sorpresa en su parte posterior, donde bajo la silla ha sido grabado el poema, No sé quién soy, que alma tengo, de uno de sus heterónimo, Álvaro de Campos, un poema que refleja, una vez más, la ambigüedad de la vida y el pensamiento del poeta portugués, siempre sometida a la encrucijada de la duda. El poema, en portugués, dice así:



«Nao sei quem sou, que alma tenho.

Quando falo com sinceridade nao sei com que sinceridade falo. Sou variamente outro do que um eu que nao sei se existe (se é esses outros).

Sinto crencas que nao tenho. Enlevam-me ansias que repudio. A mina perpétua atencao sobre min perpetuamente me aponta traicoes de alma a um carácter que talvez eu nao tenha, neme la julga que eu tenho. Sinto-me múltiplo.»


Para finalizar este breve recorrido por la vida y la obra de Pessoa, cabe añadir que de, «entre todos los heterónimos, Campos fue el único en manifestar fases poéticas diferentes a lo largo de su obra. Era un ingeniero homosexual de educación inglesa y origen portugués, pero siempre con la sensación de ser un extranjero en cualquier parte del mundo. Un párrafo que le define muy bien es el siguiente:

Vivir es pertenecer a otro. Morir es pertenecer a otro. Vivir y morir son la misma cosa. Mas vivir es pertenecer a otro de fuera y morir es pertenecer a otro de dentro. Una y otra cosa se asemejan, pero la vida es el lado de fuera de la muerte. Por eso la vida es la vida y la muerte es la muerte, pues el lado de fuera siempre es más verdadero que el lado de dentro; tanto es así que el lado de fuera es el que se ve.


Álvaro de Campos comienza su trayectoria como un decadentista influido por el simbolismo, pero luego se adhiere al futurismo. Tras una serie de desilusiones con la existencia, asume una vena nihilista, expresada en aquel que es considerado uno de los poemas más conocidos e influyentes de la lengua portuguesa: Tabacaria»[1].


Ángel Silvelo Gabriel



[1] En Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Pessoa (consultado el 17/09/2016).

lunes, 19 de septiembre de 2016

EL COME EXPEDIENTES.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Las denuncias van en globo y surcan campos repletos de presuntos malhechores que vendimian litigios, jueces y abogados. Desde una cierta altura las cosas se ven diferentes, pues el bien pasa inadvertido y el mal no lo parece tanto. Es más, con un simple golpe de teclado doy en el blanco, y enseguida veo cómo llueven expedientes con historias repletas de miserias humanas sin resolver, hasta que un proyectil en forma de antivirus aparece por la parte derecha de la pantalla e impacta de pleno en mi come expedientes que, poco a poco, pierde su eficacia destructora. Yo intento salvarle pulsando Esc, sin embargo, cuando creo que he ganado la partida, veo cómo mi jefe abre la puerta de mi despacho. Pulso Ctrl+Alt+Supr y abandono a mi destructor de denuncias voladoras antes de que sea consciente de donde van a parar los recursos del juzgado, Él nunca entendería que, un vulgar auxiliar de justicia, se tomara la ídem por su mano,y de paso, le dejara sin trabajo.


Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

jueves, 15 de septiembre de 2016

EL BOSCO, LA EXPOSICIÓN DEL V CENTENARIO EN EL MUSEO DEL PRADO: LA BRILLANTEZ DE LA FANTASÍA EN EL MUNDO DEL ARTE


Todo es pequeño en el Bosco y su obra (su producción, las tablas de sus cuadros, sus personajes reales y sus figuras inventadas...), si exceptuamos la brillantez de su fantasía, pues ésta no conocía límites. Lo real y lo imaginario, lo posible y lo inaccesible se yuxtaponen en sus representaciones pictóricas de una forma nada casual, pues sus composiciones, al igual que una obra teatral, requieren de una estudiada puesta en escena que nos lleva en cada una de sus pinturas a visualizarlas como cuadros narrativos que nos van contando una historia: la del mundo y sus gentes; la de sus gentes y sus vicios y perversiones; la de la vida real y la de los sueños que se contraponen a ésta, como lo hacen a cada paso la virtud y el pecado, la dicha y la desgracia…, en una concatenación de simbolismos y pinceladas que nos advierten de que no hay posibilidad de encontrar un equilibrio en su punto de encuentro. En este sentido, el mensaje con el que el Bosco dota a sus cuadros nos es transmitido de una forma inteligente: a través de la luz y el color de sus creaciones. La luminosidad que proporciona a sus cuadros, en los que elige el pan de oro o los rojos fuertes sin descuidar su gama de azules (sólo por poner un ejemplo), son como destellos que nos advierten del peligro, pero también de la pasión y la pretenciosidad existente en el ser humano. Muchas son las interpretaciones y reinterpretaciones de sus pinturas, pues en ellas subyace la inteligencia de la mentira que nos proporciona su inagotable fantasía y su exuberante imaginación. Con ellas, nos proporciona un magnífico retrato de la época en la que vivió y de las costumbres religiosas y paganas de sus gentes, pues esa es otra de las características de su pintura: la observación y la plasmación de lo tangible a través de lo onírico, acentuándolo con sus grandes dotes como dibujante y el simbolismo presente en todas sus obras, lo que nos hace pensar en esa duda existencial por el más allá que subyace en su pintura. Una duda que tiene a la muerte como gran protagonista; un miedo, el de la muerte, que retrata y persigue la vida de las personas. El Bosco tampoco es ajeno a él, pues tras ese bello lazo de luz y color de muchos de sus cuadros se esconde ese otro mensaje desalentador de lo efímero de la vida y lo inútil que resulta caer en el pozo de los pecados, advirtiéndonos de que el verdadero camino es el de la virtud. Aunque más allá del mensaje religioso que protagonizan una buena parte de sus pinturas, hay que destacar en Jheronimus van Aken, más conocido en España por el Bosco, su perfil de hombre culto y amante de la literatura, pues ésta, se muestra siempre presente en los temas, tanto religiosos como alegóricos que imaginó y pintó.



Dada la escasez de composiciones del protagonista de esta magna exposición, y con gran acierto por parte del personal del Museo del Prado, en la muestra podemos contemplar también obras de pintores contemporáneos suyos o procedentes de su taller, lo que nos proporciona una visión más completa de la época en la que vivió y de la gran influencia que tuvo en muchos de ellos. Es verdad que ahí radica otra de las controversias de su obra, la de poderle adjudicar la autoría de alguna de sus pinturas, pero ese es sólo otro de los debes a una vida (en apariencia) tranquila en su Hertogenbosch natal. Dudas que han sido disipadas de una forma brillante por la comisaria de la exposición, Pilar Silva Maroto que, entre otros muchos aciertos, ha dispuesto, las tablas más conocidas y prestigiosas del artista, en pedestales que se asemejan a divanes en forma de S tumbada que, aparte de permitir a un mayor número de visitantes contemplar los cuadros a la vez sin interrumpirse el campo de visión los unos a los otros, nos deja al descubierto otra de las características de los trípticos, las parte exterior de las puertas de cada una de ellos que, al ser expuestas para su contemplación, nos proporcionan no sólo el contraste entre el interior y el exterior de las tablas, sino también, la posibilidad de disfrutarlas al completo, igual que si se nos estuviese revelando un secreto. Un enigma (en esta ocasión desvelado) que, sin duda, acrecienta el carácter enigmático de este misterioso artista que, a buen seguro, nunca fue consciente de su relevancia en la Historia de la pintura más universal, pues ese es uno de los mensajes que subyace en sus pinturas: el de la universalidad. El Bosco, de algún modo, traspasó la barrera del tiempo (como los personajes de sus pinturas), pues fue un pintor que se adelantó a su tiempo, y que posteriormente fue reivindicado por otros artistas o movimientos artísticos, como por ejemplo el surrealismo, logrando de este modo, desdoblar su genialidad a través de la brillantez de la fantasía presente en su obra.


Ángel Silvelo Gabriel.

martes, 13 de septiembre de 2016

EL MOCHILERO.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO


Mi vida se compone de un sinfín de mochilas. La primera me la colocó mi padre cuando me obligó a estudiar Derecho por decreto. La segunda me la puse yo encima, en forma de instrucción, cuando me presenté voluntario a instruir el famoso caso urbanístico Atalaya, donde lo menos importante era el asunto de la burbuja inmobiliaria. La tercera acudió a mí a través de una encuesta que había encargado el Juzgado para comprobar la eficiencia de sus jueces, y aunque era consciente que nunca había sido un buen juez, me dolió comprobar que mi nombre aparecía el último de la lista. La cuarta me la ha colocado hoy mi mujer al lado de la puerta, en la que para mi sorpresa, sólo ha metido la última edición del Código Civil con una nota que dice: utilízalo como libro de instrucciones.

Microrrelato de Ángel Silvelo

sábado, 10 de septiembre de 2016

III CONGRESO DE ESCRITORES DE LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES NOVELES (AEN): GIJÓN DEL 28 AL 31 DE OCTUBRE


PROGRAMA III CONGRESO DE ESCRITORES 
Viernes día 28 de Octubre
20:00 h. 
Presentación cruzada. “Los Austrias. El vuelo del águila” de José Luis Corral y “y todos callaron” de Toti Martinez de Lezea. 
Librería La Buena Letra. (C/ Casimiro Velasco nº 12, bajo. Gijón) 

Sábado día 29 de Octubre
9,30 a 11:15 h. 
ACTO OFICIAL DE INAUGURACIÓN III CONGRESO DE ESCRITORES.
 Ponentes: Prof. Emilio Lledó Iñigo.
   Antonio Garrido.
11:30 a 12:30 h.
MESA REDONDA. El autor frente a la edición. ¿David contra Goliat o una simbiosis ineludible y necesaria? Modera: Benjamín Recacha. autor y periodista Participan: 
Antonio Garrido, escritor. 
Alberto Marcos, Editor Penguin Random House. Grupo
Editorial. 
Ramón Alcaraz, director editorial de El Desván de la Memoria. Francisco García, director general de Artes Gráficas Eujoa S.A. 
12:30 a 13:30 h.
MESA REDONDA. Del papel al lector. Mutaciones de un sector en efervescencia. 
Modera: Enrique López. Gerente de Librería Roy.
Participan: 
Concepción Quirós, Gerente de Librería Cervantes. 
José Manuel Anta, Director General de FANDE. 
Rafael Gutierrez Testón, Gerente de Librería La Buena Letra. 
14,00 h.
ALMUERZO 
Asociación de Escritores Noveles (AEN)
Dolores Ibarruri, 37, bajo    33211 – Gijón   Asturias info@aenoveles.es         www.aenoveles.es
17:00 a 17:30 h. Presentación de los libros de relato y poesía, conmemorativo del décimo aniversario de la asociación.
Coordina: Susana Visalli, autora.
17:30 a 18:30 h. 
MESA REDONDA. De la Historia a la novela histórica. ¿Equilibrio, ficción o realidad? 
Modera: Adrián Martin Ceregido, autor.
Participan: 
José Luis Corral, autor de novela histórica, Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza. Presidente de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Toti Martinez de Lezea, autora. 
Antonio Garrido, autor. 
18:30 a 20:00 h. 
Taller de escritura creativa. Imparte: Ramón Alcaraz. Diez errores que debemos evitar al escribir relato o novela.

Domingo 30 de Octubre
9:45 a 11:15 h. 
MESA REDONDA. MyLibreto y Seebook   Promoción y visibilidad en la era digital: ¿quimera u oportunidad real?
Ponentes: 
Fernando Fominaya, Director de My Libreto.
Rosa Sala Rose, Directora general de SeeBook. 
11:30 h.
Salida del hotel. Visita turística a la ciudad de Gijón. 
14:00 h. 
Espicha en Llagar Sariego. (Grupo Trabanco)
17:00 a 18:00 h. 
MESA REDONDA. Asociaciones de escritores: ¿para quién y para qué?   Mucho más que un apoyo puntual. 
Participan: 
Covi Sánchez, Content Curator y Community Manager. 
Presidenta de AENOVELES. 
Luis Mª Compes Rebato, autor, Presidente de la Asociación de Escritores de Madrid. 
José Luis Corral, autor, Presidente de la Asociación Aragonesa de Escritores. 
Asociación de Escritores Noveles (AEN)
Dolores Ibarruri, 37, bajo    33211 – Gijón   Asturias info@aenoveles.es         www.aenoveles.es
18:15 a 19:15 h.
MESA REDONDA Premios literarios: ¿cómo conseguir que sean una oportunidad real?
Participan  (Todos los socios de AEN que hasta la fecha han ganado un premio literario a nivel nacional): 
Carlos Fernández Salinas, autor. 
Alicia G. Garcia, autora. 
Teresa Cameselle, autora. 
Gervasio Alegría, catedrático de literatura y poeta. 
19:30 a 20:30 h. 
CHARLA  COLOQUIO: La gestión de CEDRO. Beneficios para los autores.
Ponente: Susana Checa. Jefe de Servicios a socios y estrategia,  de CEDRO. 

Lunes 31 de Octubre. 
9:45 a 11:30 h. 
CAFÉ COLOQUIO 
«Hablando de agencias literarias… La historia de Carmen Balcells. ¡Es posible encontrar una agencia literaria!».
Modera: Amelia de Dios Romero, autora. Especialista en Comunicación y Mediación Cultural.
Ponente: Gloria Gutierrez, directora editorial de la agencia Carmen Balcells. 
12:00 a 13:30 h. 
«¡Cómo las redes han cambiado la marca personal de un escritor!». 
Charlando con… Xavi Gassó, Especialista en Social Media.
Modera: Covi Sánchez, Content Curator y Community Manager.  Presidenta de AENOVELES.
14:00 h. 
ALMUERZO 
17:00 A 18:00 h.
MESA REDONDA: ¿Qué es el BookTour? ¿Son necesarios los blog para promocionar un libro? 
Participan: 
Mirella Patiño, Directora del blog literario ¿Te gusta leer?
Amelia de Dios Romero, autora. Especialista en
Comunicación y Mediación Cultural.
Asociación de Escritores Noveles (AEN)
18:15 A 19:15 h.
Charla –Coloquio: Contratos de edición. ¡Nunca firmes nada antes de leerlo!
Fernando Álvarez, Licenciado en Derecho. Especialista en Propiedad Intelectual. 
 20:00 h.
Salida de los autocares. Traslado hasta el Restaurante Somio Park.
20:30 a 21:00 h.
Charla-Coloquio con el escritor Víctor del Árbol.
21:00 horas
CENA. ACTO DE CLAUSURA OFICIAL DEL CONGRESO. 
CELEBRACIÓN DEL X ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE AENOVELES. 

lunes, 5 de septiembre de 2016

CAFÉ SOCIETY DE WOODY ALLEN: LA SINRAZÓN DEL AMOR BAJO EL OCASO DE LOS RECUERDOS


A veces, no nos damos cuenta de la importancia que tiene mirar a la chica antes de que otro lo haga, porque de esa forma, somos los privilegiados testigos del brillo, único y mágico, de sus ojos; un brillo que, por sí solo, es capaz de que nos enamoremos de ella perdidamente para siempre. El resto hay que dejarlo al destino y a las encrucijadas del amor que viajan a lo largo de nuestra juventud igual que si todo fuera una corriente de un río que poco a poco nos va modelando la vida, el carácter y los recuerdos. Y es en ese río, donde se van depositando nuestros actos, en el que el cineasta neoyorquino ha reparado a la hora de regresar a ese recuerdo de su mejor cine. Ya no hay grandes cabriolas, pero sí pequeñas travesuras. Ya no hay nada nuevo, pero sí la constatación de un estilo, de un mensaje, de una postura ante el mundo. Y eso es Café Society, la perversión más tenue y simpática de un genio que se resiste a dejar de hacer cine; un cine que esta vez se agolpa en la sinrazón del amor bajo el ocaso de los recuerdos, porque esta vez, Woody Allen regresa a los años treinta para disfrazar su mirada (sobre el cine, la vida y el amor), con la inocencia necesaria para que la historia, mil veces contada, todavía nos haga creer en él como cineasta y contador de historias y, como no, mantenga intacto dentro de nosotros ese sempiterno sentimiento gobernado por Cupido. Parte de la culpa, sin duda, la tiene esa luz con la que está rodada película, a la que Vittorio Storaro ha dotado de un brillo único, mágico y onírico, que nos hace patinar por cada imagen atrapados por la nebulosa de los sueños y su intrínseco poder sobre nuestros sentimientos y nuestras vidas, pues se concitan en una carrera sin freno de comedia-drama y falso vodevil sin dejarnos apenas un espacio para el tedio de otras ocasiones. Allen se distrae y se divierte entre chistes de judíos, irónicos gangsters y yiddies de izquierdas que le sirven de contrapunto a esos largos planos secuencias (marca de la casa) donde el protagonista y álter ego del director, Jesse Eisenberg, expone todas y cada una de las contradicciones vitales que asaltan a Allen en cada una de sus películas. Es verdad, a Café Society no le falta ningún elemento Allen, ni siquiera su vuelta a los amaneceres desde Central Park, o a los primeros planos de las despampanantes rubias que intentan distraer nuestra mirada del centro de la diana. Elementos, todos ellos, muy reconocibles de un genio que en esta ocasión se muestra divertido, irónico, suspicaz y brillante a la hora de mostrarnos con la sabiduría del que ya lo ha conseguido todo, ese último reflejo de la vida en forma de búsqueda desesperada del amor; ese verdadero amor de juventud que, al parecer, a Allen y a otros muchos se les escapó al inicio de su vida.

El sol, las palmeras, y la mirada (entre perdida y romántica) de Kristen Stewart, hacen el resto a la hora de dejarnos llevar por el relato de otra época llena de brillos sin matices, pero que el fondo, contiene el mismo objetivo. Y ahí está la mano inteligente de Woody Allen para hacernos creer aquello que no es y, de paso, jugar con nosotros a través de los contrates. Contrastes que, como un juego de contrarios, aparecen y desaparecen bajo la cálida luz de Los Ángeles y el intenso brillo del club neoyorquino que da nombre a la película. Y entre destello y destello, Allen se deja llevar por esos sentimientos de juventud que nos hablan de la sinrazón del amor bajo el ocaso de los recuerdos.


Ángel Silvelo Gabriel