sábado, 7 de febrero de 2015

HELENA GOCH, LITTLE TINY BLUE MEN: TIRANDO LAS FALSAS PROMESAS AL MAR

 
Hay mucha fuerza en este disco que, a modo de reivindicación, representa a esa luz que nos inunda tras cada derrota. La necesidad de salir adelante nos lleva a sacudirnos las cenizas con las que nos rebozamos en nuestro diario caos existencial. Esa luz también se transforma en cercanía; proximidad del cuerpo, de manos, de bocas y de melodías que apuestan por ser uno mismo. Más allá de las inevitables comparaciones que surgen cada vez que llega un nuevo artista al panorama musical español, Helena Goch es única en sí y por sí misma. El ritmo, la fragilidad y la sensibilidad con las que afronta sus canciones bien merecen su propio espacio y timón. Su voz, quebradiza y juguetona, tiene la pureza de una profundidad que nos incomoda y estremece a veces, y nos hace felices en otras. Julio de la Rosa, como maestro de ceremonias, ha hecho muy bien en apadrinar a esta joven artista, y no solo eso, porque le ha dado al disco esa línea plena de armonía que recorre cada una de las canciones de este Little tiny blue man. Blues teñido de azul del mediterráneo, pero también folk y pop a secas, en los que apoyarnos para ir tirando las falsas promesas al mar. Espectacular inicio de una artista cuya mirada musical nos lleva hasta la cercanía de las pequeñas grandes hazañas de la vida, donde el amor es encuentro y desencuentro, casualidad y ternura, pérdida y reproche. Aventura,s todas ellas, que caben en este inusual, por bien acabado, debut musical.
 
Este disco tan redondo por dentro y por fuera, al que podríamos denominar como disco diez, pues diez son también las canciones que lo contienen, comienza con ese pequeño suspiro de apenas tres minutos que nos hace temblar. Perhaps, una de las grandes canciones de este álbum es, en palabras de su autora, un tema que habla de superar la tristeza y volver a empezar. Magnífico inicio añadimos nosotros, donde el piano y el chelo nos dibujan la semblanza de una nueva vida, plena e inquietante, como esta magnífica canción que a mitad de recorrido se rompe y brilla y sube y se luce, y junto a ella la voz de Helena, que pide más como el resto de instrumentos. La maga y su reflejo literario de Cortázar, nos habla de la pureza, donde el juego de las guitarras de fondo se conjugan como el mejor de los verbos con la voz de Helena, siempre adelante y abriéndose camino en nuestros sentidos. Reina de la intensidad, los medios tiempos y esos ecos, que nos llevan a buscar ese fondo único existente en cada una de sus composiciones. He said to me that day se acerca para pedirnos perdón mientras nosotros le mostramos nuestra mejor sonrisa. En este chico deja chica para después querer volver  a recuperarla, las teclas del piano se hacen hipnóticas por profundas, inquietantes por certeras y donde su conjugación con el resto de cuerdas que van sonando a lo largo de la canción la convierten en mágica, única e impactante; magnífica canción. Unos resortes que también atesora Stay away, donde las mentiras y oscuridades de las que nos habla Helena se convierten en las mejores aliadas de esta aventura irreal, pero a veces necesaria. Atravesar los límites de lo permitido, una vez regresamos, nos lleva a ver la vida de otra manera, quizá como lo hace Helena a través de sus composiciones, intimistas y envolventes.
 
Con To the sky nos vemos reflejados en los primeros destellos más puramente folk del disco. El ritmo es más rápido y la voz de Helena nos invita a seguirla en una especie de viaje pleno de luz y de fuerza. Esa necesidad de la magia que es fundamental para llegar al cielo es la que posee esta canción, que al igual que un carromato lleno de sueños, nos lleva hasta el infinito; otro de los grandes momentos del disco. Unas sensaciones que prosiguen en Serendipia, casualidades o no, seguimos encadenados a ese ritmo entre trepidante y mágico que nos devuelve a la vida cuando miramos al horizonte en la línea infinita de una playa desierta. Aquí las olas son una melodía pegadiza y eléctrica que nos inunda los sentimientos de sonidos placenteros. Alegría que se transforma en tristeza en Goodbye to you, otra de las canciones oscuras, pero imprescindibles, de este álbum de debut. Aquí, Helena recoge su con un manto que la protege de la soledad, mientras la profundidad de sus cuerdas vocales buscan esa última verdad dentro de su alma. Hay mucho de blues —en su sentido de sentimiento profundo— en este y otros de los temas de este Little tiny blue men. Hopeless continúa en la senda de las derrotas que nos atrapan sin apenas darnos cuenta. Una vez más, la guitarra reclama nuestra atención y en su aullido nos habla de lo difícil que es romper la rutina y no dejarse llevar por la torpeza de los sentidos. Encerrada en sí misma Helena Goch también nos cautiva con esa voz que se prolonga más allá de nuestros oídos. Holy Sacrament es un llanto, esta vez más profundo, de las consecuencias que en la autora ha dejado la pérdida de un ser querido. Es difícil abstraerse de la muerte y no hacerlo como lo hace Helena Goch, reivindicando el grito de los sentimientos reconvertidos en una canción que no tiene límites. Justo hasta que nos lleva hasta Trafalgar, donde la luz se apodera de la cantante para regalarnos otro de esos brillos que contiene este disco, en el que los refugios se convierten en hallazgos y la tierra firme en la oportunidad de volver a empezar, para de ese modo, poder seguir tirando las falsas promesas al mar.
 
Helena Goch y su Little tiny blue men es algo más que un prometedor inicio, es la confirmación de que una nueva autora ha llegado para quedarse en el panorama musical español.
 
Ángel Silvelo Gabriel. 

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