jueves, 6 de noviembre de 2014

ANAMARÍA TRILLO, EL FARO DE UMSSOLA: LA LÍNEA IMAGINARIA QUE TRAZAMOS PARA LLEGAR HASTA EL CONSUELO


Uno de los grandes desafíos del ser humano es adivinar qué hay tras la muerte, y de paso, comprobar si son ciertas todas las teorías sobre el túnel, la luz al final del mismo, etcétera. Desentrañar ese enigma es tan complicado, o más, que adivinar la fórmula de la Coca-cola. De ahí, que cada vez que alguien se lanza en la búsqueda de esa otra realidad que existe tras la muerte, su aventura se convierte en la conquista de lo imposible, al estilo de los viajes de Shackleton a la Antártida. En este sentido, cabe apuntar que muchas veces se nos olvida que el hombre nace y muere apegado a esa soledad universal que conllevan en sí mismos un nuevo alumbramiento y una defunción, respectivamente. Ambas circunstancias vitales, para unos, es el precio del pecado universal, y para otros, la consecuencia natural del ciclo vital de la especie sin más. Sin embargo, siempre hay alguien, que cuando se plantea ir en la búsqueda de aquello que no sabemos si existe, lo hace desde lo más profundo de los sentimientos, y ese es el apoyo que la autora de El faro de Umssola ha utilizado a la hora de intentar desentrañar ese gran secreto, bucear en el interior del alma del ser humano y su innata capacidad para sufrir, pero también para ser feliz. Sí, Anamaría Trillo no se amilana ante esta magna aventura, y cual exploradora de las palabras se interna en el más frondoso de los bosques donde reina la más opaca de las oscuridades, y lo hace con la única idea de trazar una línea imaginaria que nos lleve hasta el consuelo, de ahí el mérito que tiene su capacidad de dar amor al ser humano. Esa especie de bálsamo, para curarnos el dolor que conlleva la pérdida de un ser querido, la escritora madrileña nos lo aplica directamente en el alma mediante el poder mágico de las palabras de los cinco relatos que componen este El faro de Umssola que, como un criptograma, adoptan la forma de mensajes, cuyos leitmotiv, van desde el consuelo del relato que da nombre a la recopilación, hasta la venganza nerviosa de Conducir por la noche del relato que cierra el libro, pasando por la indulgencia de Y ella dijo ven, la desesperación de A tumba abierta y la necesidad de vivir más de una vida de Donde empiezan las circunferencias.

 
El faro de Umssola es un conjunto de relatos que tienen varios puntos en común. Respecto de su aspecto formal, el primero de ellos podría ser su extensión, que casi llega a la de la novela corta, en cada uno de ellos, y que nos habla de esa necesidad de narrar de la autora que, a través de un estilo directo en primera persona y un ritmo rápido (a veces trepidante) nos traslada por todas y cada una de las desventuras a las que tienen que hacer frente sus protagonistas masculinos, pues ese ha sido también el punto de vista o la mirada que ha elegido Anamaría Trillo para dar vida a sus personajes, el sexo masculino, que en no pocas ocasiones aparece perdido y temeroso ante los enigmas de la vida. Otra de las características comunes a todos los relatos es esa buena disposición de las metáforas y las comparaciones que finalizan o se cuelan en mitad de una frase, jugando de ese modo, a matizar o a pintar de color un sentimiento, un tormento o una fuga. Y como corolario de todos ellos, esa necesidad de búsqueda de la esencia de la vida que, en no pocas ocasiones, no somos capaces de admitir que se encuentra dentro de nosotros mismos.

 
En palabras de la autora, el primer relato titulado El faro de Umssola: “es un lugar inventado, donde cada uno de nosotros encontraríamos el consuelo”. Una aventura que su joven protagonista no duda en emprender huyendo de la luz y refugiándose en la oscuridad de una noche húmeda por el agua del mar y el agua de la lluvia que, como un líquido milagroso, limpia de miedos y sufrimientos el alma del joven protagonista. El mar vuelve a ser el protagonista de Y ella te dijo ven, donde la autora nos propone jugar a la ensoñación de los paraísos perdidos que solo existen en nuestra imaginación, y que a veces, nos pueden resultar muy dañinos si nos queremos colar por ellos a la hora de buscar una salvación que nos alejen de la monotonía del día a día. Con A tumba abierta asistimos despavoridos a esa concatenación de casualidades que nos hacen marchar sobre la fina línea que divide al mundo real de ese otro que, por macabro, no es menos corpóreo o contundente al que creemos ver o sentir, dejándonos sumidos en la incertidumbre de las segundas oportunidades, esas que tanto reclamamos en no pocas ocasiones a lo largo de nuestras vidas a través de la expresión: Y si…, y si… Donde empiezan las circunferencias (magnífico título) retrocedemos en el tiempo hasta situarnos en las trincheras de La Gran Guerra; un espacio muy bien retratado por la autora, y que en las manos de la escritora madrileña, se convierte en un espacio de pesadilla, del que solo se puede salir mediante la resurrección, o no, del protagonista, pues ¿cuántas veces nos planteamos que precisamos de al menos dos vidas para poder llegar a vivirlo todo? El libro se cierra con Conducir por la noche, una pura diversión contemporánea del hombre de hoy en día como figura estelar de la esquizofrenia que nos asiste y sus múltiples contradicciones entre lo que se desea y lo que en verdad se tiene, un espejismo, que en demasiadas ocasiones nos hace olvidarnos de aquello que en verdad deberíamos ser o podríamos llegar a tener, porque en verdad, ¿cuántas cosas nos resultan realmente necesarias para poder vivir? Eterna pregunta que admite mil y una respuestas, casi tantas, como esta aventura que es El faro de Umssola de Anamaría Trillo que, con su mano de escritora valiente, nos ayuda a trazar esa línea imaginaria que nos lleve hasta el consuelo.

Ángel Silvelo Gabriel. 

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