jueves, 17 de mayo de 2012

CRIADAS Y SEÑORAS (THE HELP): LA NECESIDAD DE VENCER AL MIEDO

¿Si perdemos la dignidad, qué nos queda? Las grietas de la vida, a veces se hacen tan grandes, que por infinitas, caemos por ellas hasta perdernos. Menos mal, que siempre queda un pequeño hueco en el que todavía nadie ha entrado a apagar el fuego de nuestro orgullo; y ese pedacito de nosotros que aún se mantiene vivo, se levanta con la sola necesidad de vencer al miedo. Y ahí es donde aparece Aibileen (Viola Davis) para enfrentarse a su constante derrota, y ahí también, es donde asistimos al inicio de la historia de unas vidas que merecen la pena ser contadas. El sur, el caluroso y profundo sur de los EE.UU., cuna de grandes escritores, en esta ocasión se nos muestra como un paraje donde parece que sólo reinan las mujeres, lo que sin duda es un acierto a la hora de abordar una historia que quizá ya nos han contado, pero que en Criadas y Señoras nos suena diferente.

Educadas, pacientes, cariñosas, ejemplarizantes o histéricas y egoístas, las actrices de esta película no hacen sino apuntalar el acierto de su director, Tate Taylor, a la hora de elegir el reparto, donde cada actriz podríamos decir que está perfecta en su papel. Nada sobra y nada falta en este relato de sueños rotos y de ilusiones futuras, que bajo el telón de fondo de la conquista de los derechos civiles en los años sesenta, nos proporciona una visión de una sociedad norteamericana cambiante y convulsa a través del múltiple caleidoscopio de los sentimientos más universales: el amor, el egoísmo, el miedo, el orgullo o de nuevo la necesidad de vencer al miedo.
Además del reparto, el otro gran acierto de este film es su desarrollo narrativo, donde a medida que avanza éste, asistimos a la creación de unas amistades y alianzas que rompen las barreras raciales para mostrarnos lo débiles que son éstas, pues los auténticos obstáculos que hay que derribar son los de la falta de imaginación o la de los falsos prejuicios basados en opiniones y conductas erróneas, pero con todo, lo que más nos llama la atención, es el cambio de las jóvenes señoras sureñas para con las criadas negras que las han criado cuando éstas eran pequeñas. Todo es tan injusto, que nos rebelamos sin apenas darnos cuenta, y de ahí nace nuestra empatía hacia unas mujeres valientes, pues del amor incondicional del ser humano como manifestación a la vez inocente y pura, asistimos atónitos a la transformación de esa pureza en un recalcitrante y estúpido comportamiento repleto de sinsentidos que no llevan a ninguna parte. En esa mezcla de amor-odio y de ternura-crueldad, que se encuentra convenientemente salpicada de buen humor e ironía, es donde Criadas y Señoras se hace con el corazón de sus espectadores, y de paso con su beneplácito, porque más allá de buenos y malos esta es una historia de vidas; de vidas que merecen ser contadas, porque su heroísmo está en su sencillez y en el amor infinito hacia el prójimo al que educan sin rencor. Ese grito de auxilio es el que han recogido millones de espectadores a la hora de apoyar a esta historia de una escritora que sueña con serlo y que acaba consiguiéndolo, y a otra que sin desearlo, el destino la acaba convirtiendo en la protagonista de una gran historia que nos narra la necesidad de vencer al miedo.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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