lunes, 16 de enero de 2012

“LA DAMA DE HIERRO”: PERSIGUIENDO SOMBRAS EN LA PENUMBRA.

El olvido se muestra tenaz con el paso del tiempo. No le deja, sino todo lo contrario, lo atosiga y le apremia sin mostrar la necesidad que uno se haya muerto para acorralarlo. Más allá de aquel estupendo título, también cinematográfico, de ¿Quién se acordará de nosotras cuando hayamos muerto?, aquí podríamos traducirlo como ¿Qué será de mí antes de que me haya ido? Y ese es el dilema que parece plantearnos la dirección de Phyllida Lloyd y el guión de Abi Morgan para recrearnos la vida de una Margaret Thatcher que se busca a sí misma y a sus recuerdos perdida en un mar (que aquí no es de Los Sargazos como el de la novela de Jean Rhys, puestos a crear un símil feminista acorde con el toque que sus creadoras han intentado dar a este biopic), sino de tinieblas, donde las sombras persiguen a la protagonista en su periplo por el mundo que transcurre fuera de los límites reales, esos a las que la protagonista tanto se apegó a lo largo de su vida y que quedan muy bien retratados en la frase que la protagonista espeta a su médico cuando le dice que vivimos en un mundo de sentimientos y no de ideas; pensar y no sentir, ese es el camino.

Sin embargo, el gran error de esta cinta, es intentar reconstruir toda una larga vida llena de acontecimientos, a cada cual más reseñable, desde un presente muy bien construido (aunque sea desde el punto de vista más sentimental posible), que nos permite disfrutar de la parte más desconocida del personaje público y que reconstruye de una forma admirable Meryl Streep. Esa humanización de la dama de hierro, contrasta con sus episodios políticos más célebres, que sólo resultan destacables en esta versión cinematográfica, en las esclarecedoras imágenes de una mujer sumergida entre hombres, pero no una mujer cualquiera, sino una Primera Ministra a la que escuchar y a la que obedecer. Dicho lo cual, se echa de menos en este retrato hagiográfico, una parada más profusa en los inicios y en la formación del carácter de la Sra. Thatcher, así como del retrato de su familia y entorno, que perfectamente, se podrían haber superpuesto a todos aquellos episodios de su fase pública de sobra conocidos y que en el film muchas veces se nos presentan bajo el signo del documental que apenas aportan nada.

Hablar de La Dama de Hierro es hacerlo de Meryl Streep, que de una forma magistral, ha exorcizado el alma de Margaret Thatcher para hacerlo suyo, pues sólo hace falta mirar como mueve las manos, los labios o sus ojos, para darnos cuenta que estamos ante una de las grandes interpretaciones de su carrera (una más), convirtiendo a la película en una magnífica excusa para visionarla como un ejemplo de ejercicio interpretativo, al que acompaña muy bien la recreación de los escenarios elegidos, el vestuario y esa atmósfera tan típicamente british que se pasea por el metraje de la película, en el que cabe destacar a un extraordinario Jim Broadbent como Denis Thatcher, sin duda lo mejor de la cinta junto a la Streep. Un duelo interpretativo que junto a la certera escenificación del olvido en el presente de la dama de hierro, es lo que quedará en el recuerdo de esta película con el paso del tiempo, ese que como un tirano nos hace ir persiguiendo sombras en la penumbra.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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