lunes, 11 de octubre de 2010

WALL STREET, EL DINERO NUNCA DUERME: EL SUEÑO EQUIVOCADO


El dinero nunca duerme nos dice el subtítulo de la película, pero también cabría apuntar que la ambición desmedida y la lucha de egos que se produce entre los protagonistas de esta cinta, podría ser la clave de este sueño equivocado. El dinero ya no es sexy proclama su director Oliver Stone, pero más allá de los atractivos sexuales del papel moneda, la ambición sin límites aderezada con buenas cantidades de vanidad parecen ser las culpables de que el planeta se haya tambaleado en los últimos tiempos.


Wall Street, el dinero nunca duerme, transcurre a través de un ritmo trepidante, que en ocasiones se pierde en terminologías y ticks financieros, pero que se combina a las mil maravillas con la excelente banda sonora de David Byrne y Brian Eno. Cóctel creativo que se completa con la realización de Oliver Stone, que se tambalea entre los inmensos y maravillosos travelings de la River Line de Manhattan (absolutamente sublimes) a los que añade unos cambios de ritmo y color entre las distintas fases del film que te dejan totalmente noqueado visualmente, donde el color rojo (suponemos que el de la desmedida pasión monetaria) intensifica esa sensación de vértigo. A todo ello, Stone contrapone unos primeros planos de sus actores sensacionales y electrizantes, que buscan el lado humano de los mismos (ya sea éste fingido o no).


Michael Douglas borda su papel de Gordon Gekko y se convierte en el aladid de las segundas oportunidades, un leit motiv que Stone nos brinda al final de la película, y ante el que cae rendido como una sombra de sus posturas más acérrimamente anticapitalistas para convertirse en un firme representante de los finales felices. Y ese puede ser el talón de Aquiles de esta película, que hiere pero no mata. No obstante, hay que decir que uno sale de la sala de cine con más miedo que cuando entró, tras disfrutar de dos horas de cine de acción en vena.

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