domingo, 24 de octubre de 2010

RED SOCIAL: LA SOLEDAD DE UN GENIO


No deja de ser curioso que el rencor de una persona hacia otra, en este caso, de Mark Zuckerberg hacia su novia Erica Albright, sea la génesis de uno de los mayores inventos del siglo XXI hasta la fecha. Algo que según nos cuenta la película, también sucedió en la gestación de Napster, lo que revolucionó el mercado de la música y las multimillonarias ganancias de los cantantes más populares. El rencor y la soledad como motores de una intrínseca falta de habilidades sociales, a las que podríamos unir el ansia por el reconocimiento social de un friki que se pasea por Harvard en zapatillas de ducha y calcetines blancos en plena nevada invernal, son los ingrendientes primarios de esta aventura internáutica.


En el film, una vez más, aparece la juventud norteamericana (y al tratarse de Harvard, de una parte de la juventud mundial) como un espectro de los valores que rigen tan vetusta institución, sin duda, una de las cunas de los grandes genios de la historia de la humanidad, y que ahora, parecen estar más preocupados por escalar lo antes posible la cima del reconocimiento social y mundial que los sitúe, cuando menos y cuanto antes, por encima de sus padres. Y todo ello, cargado de mucha fiesta, alcohol y mujeres, lo que nos dice bien a las claras que se trata de una película desarrollada desde el punto de vista masculino. Sin embargo, nada de todo esto es nuevo, pues Brest Easton Ellis en los noventa, con las novelas que sucedieron a American Psihco, nos proporcionó una visión más degradada si cabe, de una juventud perdida al ritmo electrónico de New Order.


El lenguaje fílmico que el director David Fincher nos muestra, está sustentado en el guión de Aaron Arkin, y ambos han tratado de reflejar una historia con cierto suspense, aún a sabiendas de que todos ya conocíamos el final de la historia, pero no por ello cejan en el empeño y lo consiguen. Estructurada en el juicio de conciliación que se llevó a cabo para indemnizar a todos los cadáveres que Zuckerberg dejó en su camino en la defensa de su invento, éste, se intercala de una forma bastante inteligente, con flasback que nos van dando luz acerca de lo que ocurrió en la gestación de este invento lleno de soledades y frustraciones, donde lo más curioso es que fue alumbrado en un principio para ligar y tener un mayor reconocimiento social, y al que Fincher dota de escenas y situaciones cargadas de ritmos rápidos y ágiles, con otros más pausados para no volvernos locos, proyectando sobre los espectadores esa sensación vertiginosa que la inmediatez de internet tiene, pero aderezada con la falsa calma que en un instante se convierte en tormenta.


Sin necesidad de explicar la radiografía interior de Zuckerberg, la película nos deja muestras de su inteligencia, pero también de su inadaptación y su permanencia en un lugar en el que al parecer sólo les está permitido estar a los genios y no al común de los mortales. Escenificación que se retrata a la perfección en la imagen final, donde solo y con una camisa arrugada y una corbata medio anudada, es visitado por una de sus abogadas defensoras y ésta le espeta: "no eres un capullo, pero te esfuerzas en parecerlo", para más tarde, cuando ya está solo y ante la pantalla de su portátil, sabedor que tendrá que repartir unas migajas de su invento con los demás, entra en su juego y clickea un nombre y una imagen una y otra vez. Y en esta escena final, es donde se encuentra sin duda, la parte más inteligente de un film que no dejará indeferente a nadie, pues en el fondo es una oda a la soledad y en particular a la soledad de un genio.

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