domingo, 7 de febrero de 2010

THE ROAD


Un objetivo: llegar al mar; un fin: sobrevivir. La película comienza con un flashback, siendo ésta la principal diferencia con respecto a la novela homónima de Cormac McCarthy (Premio Putlitzer 2007), pero que por otra parte parece esencial en el discurso narrativo del film, tanto para hacer avanzar el relato de la historia como para descansar a la vista de tanta catástrofe y desolación. Además, para seguir sobreviviendo ante la nada más absoluta, qué nos quedan sino los recuerdos.

La escenografía es sencillamente magnífica, y seguro que para todos aquellos que primero hayan leído la novela, habrán visto fielmente reflejadas las imágenes que su mente iba creando a medida que leían el libro, y que según los títulos de crédito, se han rodado en los Estados de Louisiana, Oregon y Pennsylvania.

Mención aparte, merece la magnífica fotografía del español Javier Aguirresarobe, con la inteligente idea de filmar en tonos apagados con unas gamas de ocres y grises absolutamente maravillosas, y que dan mayor verosimilitud a la historia, lo que contrasta con el color intenso de los flashback de los recuerdos anteriores a la hecatombe (por la que se encuentra nominado a los Premios BAFTA 2009). Del mismo modo, no quiero dejar escapar una mención a la música del genial Nick Cave.

¿Cómo será el fin del mundo? seguramente muy parecido a lo que Cormac McCarthy ha plasmado en su The Road, con una muerte lenta de aquellos que sobrevivan a la gran catástrofe, y muy distinta a lo filmado en la película 2012, y que muy sorprendentemente algunos de los espectadores iban buscando en este film de John Hillcoat.

La película nos presenta a un padre y un hijo empujando un carrito por caminos y carreteras desiertas. Lo de menos es la causa de tanta destrucción, una guerra nuclear o bactereológica, lo importante en este caso es la desnudez más absoluta, un mundo donde no existen los avances tecnológicos, las pertenencias y donde la natrualeza es un bien herido de muerte. ¿Qué queda cuando sólo existen los recuerdos? esa podría ser una de las múltiples propuestas que Cormac McCarthy deja; otra podría ser que está forrada con un film transparente y continuo, lleno de una poesía que se levanta por encima de la más absoluta destrucción y de la soledad humana.

Pero no todo es negativo, la desconfianza en el ser humano, se compensa con la cercanía en muchas ocasiones de la idea de Dios que tiene el pueblo norteamericano, muy imbuido en múltiples creencias religiosas; y también por el cariño que se profesan un padre y un hijo, interpretados por unos excelentes Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee, a los que se une una bellísima en la desesperación Charlize Theron, empeñada en no salir guapa en sus últimas apariciones (algo que no consigue) y que en este caso, resulta increíble el gran parecido físico en las líneas del rostro con su hijo en la ficción.

El discurso lineal de la película es bastante fiel a la novela, incluso al final, que bajo mi punto de vista podría haber añadido la parábola final del libro, que sin duda es magnífica, y engrandece al ser humano por dotarle de esperanza.

Excelente película.

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