domingo, 17 de enero de 2010

LA CINTA BLANCA: UN FILM DE MICHAEL HANEKE.


Las consecuencias de una educación basada en en el rigor extremo y la crueldad sin límites, nos traerá graves consecuencias en las generaciones futuras. Ese es el axioma del que parte Michael Haneke para situar la génesis del nazismo que representa su última película, La Cinta Blanca. Todo parte de una Alemania con profundas convicciones protestantes, y en donde el odio, la desconfianza, el resentimiento y el miedo a poder expresarse, configuran el peor de los escenarios posibles de los que partir para poder dar un rayo de esperanza a las próximas generaciones de un país que tendrán en sus manos el destino de su nación y del mundo.


El argumento de la película, se basa en una serie de accidentes y desgracias, en apariencia fortuitas, que trastocan la paz y tranquilidad de un pequeño pueblo del norte de Alemania en los años de 1913 y 1914, justo antes de que se iniciara la Primera Guerra Mundial. Todo empieza, cuando el doctor del pueblo se cae de su cabello y se fractura la clavícula como consecuencia de un cable de acero puesto entre dos árboles, un suceso del que nadie sabe nada. A partir de ahí, la voz en off del maestro del pueblo (Chistian Friedel) nos va narrando los acontecimientos que se suceden, pero no sólo eso, sino que su personaje representa a aquellas personas que son capaces de desarrollar argumentos racionales y que poseen la capacidad de amar dentro de una sociedad enferma. Lo que parece traslucir de una forma cristalina, el peligro de cualquier tipo de fanatismo, ya sea éste religioso o político.

No obstante, Haenke trata de poner una cierta distancia entre la historia que nos cuenta y su particular punto de vista, no sólo a traves de la voz en off del maestro, sino también con el empleo, una vez más en la Historia del cine moderno, del blanco y negro, lo que sin duda nos acerca más a la época en la que se desarrolla la película.

Por otro lado, el lenguaje fílmico empleado, enfrenta la blancura de las gamas cromáticas de los exteriores con sus grandes campos de trigo, con el oscuro interior de las viviendas sólo interrumpido por el color blanco de unas puertas que se abren y cierran y los rostros de los personajes a los que sigue la cámara. Asimismo, hay una preeminencia del primer plano, lo que da un gran protagonismo a las expresiones no verbales, tan importantes como los escuetos diálogos entre los protagonistas. Lo que en ocasiones nos proporciona una puesta en escena muy teatral y llena de una pulcritud no exente de un miedo soterrado.

En principio, el único pero a toda esta historia de dos horas y media de duración sea el final, donde el relato de los hechos en sí mismo no se cierra, tal vez, porque la historia de la humanidad en uno de sus períodos más oscuros se inició ahí, y no cabe sino dejar solo al espectador con su particular forma de cerrar esta historia, que entre otras cosas, representa la falta de inocencia en unos niños de tez blanca, pelo rubio y ojos azules que desde muy pronto interpretan y actúan de acuerdo con las normas en las que han sido educados.

Quizá, estemos ante una de las películas del año, que esta noche puede que se lleve el Globo de Oro a la mejor película extranjera y que no haría si no engordar los ya conseguidos en el 2009, como: la Palma de Oro de Cannes y el Galardón a la Mejor Película Europea del año. Recorrido que tal vez acabe con el Óscar a la Mejor Película Extranjera.

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