martes, 29 de septiembre de 2009

VALENCIA: EL IVAM.


Al final del recuperado Barri del Carme, está el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), uno de los Museos de Arte Contemporáneo más veteranos del panorama español. Cada vez que visito el Museo, éste se me muestra de una forma diferente. A veces, me ha regalado días de enorme luminosidad y efervescencia en sus exposiciones, como el año que vimos la exposición del arte pop y Rosenquist, o la del otro día, donde la tímida luz de un incipiente otoño se volcaba sobre su fachada de cristal y apenas nos dejaba adivinar la tortuosa escalera que gobierna en el gran hall principal del edificio. En días como éste, la ausencia casi total de turistas y visitantes accidentales de exposiciones universales, nos dejaron contemplar las salas como voyeurs que se apoderan de la intimidad de unas obras de arte que se esconden tras una luz indirecta y un ambiente casi helado por el aire acondicionado.


En primer lugar, vimos de nuevo la exposición permanente, que en el caso del IVAM, se compone de una colección de la obra de Julio González, artista español conocido por sus esculturas esquemáticas cercanas al cubismo y a la simplicidad y primitivismo de las máscaras africanas que tanto influyeron en los artistas de principios del siglo XX y que revolucionaron el mundo del arte en todas sus manifestaciones. Julio González no es ajeno a todas estas tendencias y tanto sus cuadros, como máscaras, esculturas, dibujos y grabados son un fiel reflejo de la destrucción del espacio y la búsqueda de nuevas formas de expresión, a las que no fue ajeno su traslado de Barcelona a París, ni su contacto con Picasso, entre otros.

Para mí, tanto la sencillez y robustez de sus máscaras, como el dolor de las figuras que sobre la guerra civil muestran a mujeres chillando, intentan dotar de voz (muda o en forma de grito) a la materia inanimada de la que parten. Y en cuanto a sus esculturas de estilo cubista, intentan apoderarse de parte del espacio en el que se insertan, pero dejando al espectador la facultad de inventarlas una y otra vez, y en donde la figura de la mujer se nos muestra siempre más esbelta, y el hombre se representa más compacto.

De esa sala pasamos a la otra existente en la planta baja, y que albergaba la exposición CONFINES, donde el título se me antoja por sí mismo revelador de lo que vamos a ver, pues por unA parte, representa los confines o límites del actual arte contemporáneo, donde parece al menos para legos en la materia como yo, que toda instalación o manifestación visual es válida de ser expuesta, y así, tuve la oportunidad de contemplar un vídeo con un chino que reparte arroz encima de una mesa blanca, o de perderme con unos proyectores que reflejaban nubes de colores en paredes también blancas, o percibir las ondulaciones de mantos creados por chapas aplastadas, o por qué no, deleitarme con la fuerza de los colores de las fotografías vitrificadas de las fabelas brasileñas de Dionisio Rodríguez (al que creo que he visto en ARCO). Pero también, si separamos la palabra confines, y la convertimos en con fines, pues eso, que ya no significa lo mismo, y esta exposición también podemos pensar que tiene como fin el poder hacer llegar al gran público las múltiples versiones de las expresiones artísticas de inicios del siglo XXI, en contraposición con la forma de entender el arte del inicio del siglo pasado, y que muy bien podría venir representado por Julio González, y a las que ambas, caprichosamente en este caso sólo les separa un fino panel prefabricado.

El IVAM, un mundo de contrates para poder disfrutar .

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