lunes, 27 de julio de 2009

CHÉJOV, CUENTOS: LAS HUELLAS DE UN GRAN MAESTRO


Alba Editorial, bajo la colección Clásica Major y de la mano de Víctor Gallego Ballestero en la selección y traducción, publicó en el 2004 una ambiciosa selección de los cuentos de Chéjov que nos llevan desde el inicio de su producción hasta el final de sus días. La amplia antología, entre otros, tiene el acierto de mostrarnos una extensa gama de registros sobre el conocimiento de la naturaleza humana que tenía el escritor ruso. Si sus estudios de medicina le conferían el título de conocedor y experto del cuerpo humano, sus relatos, así como sus obras de teatro y novelas, le catapultaron como dominador del alma humana. Sus personajes, entre otras cosas, exploran dentro de su soledad (esa que nos acompaña a lo largo de todos nuestros días hasta la muerte) y buscan denodadamente alguna respuesta a las preguntas que los tienen atrapados en la indecisión y en la duda. Esa soledad es la que marcará sus vidas, y que dada su omnipresencia, sólo serán capaces de engañarla unas pocas veces, porque en la mayoría de la ocasiones no podrán hacerlo.

La amplia y magnífica introducción de este recopilatorio, nos sirve para acercarnos más si cabe la figura de Chéjov, y así, saber que desde que inició sus estudios de medicina, se dedicó a escribir cuentos que posteriormente publicaba y le servían de sustento a su humilde familia. Del mismo modo, que nos revela, que el propio autor se vanagloriaba de poder resolver cualquier historia que se le planteara o aquellas otras que el mismo imaginaba, en apenas unas horas, pasando de la producción a la publicación en un corto espacio de tiempo, lo que nos da una idea de la inmediatez de algunas de sus composiciones y las convierte, más todavía, en absolutamente geniales, lo que además, nos habla de la inteligencia del autor.
Esta vasta antología del autor ruso posee cuentos memorables, y dentro de ella, a buen seguro que están los favoritos de la mayoría de sus lectores, pero en mi caso, siempre que abordo a Chéjov, recuerdo el cuento en el que Raymond Carver recrea los últimos días del autor y que lleva por título Tres rosas amarillas. Sin duda, un extraordinario homenaje al maestro, y un digno ejemplo de su prosa que nos abre la posibilidad de cerrar el círculo de la vida de uno de los mayores escritores de todos los tiempos.
En el universo de Chéjov cabe casi todo, y la amplia gama de personajes que él nos muestra en sus cuentos, nos retratan tanto el campo como las ciudades rusas, y éstos van desde la alta sociedad con sus señores, hasta los campesinos con sus humildes dachas. Además, en sus relatos tienen cabida una multitud de creencias de un pueblo ruso que está despidiendo el siglo XIX y comenzando el XX, a pocos años ya de la revolución rusa.

En definitiva, Chéjov es sin duda imprescindible en cualquiera de las facetas literarias que ha cultivado.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel

ANTONY AND THE JOHNSONS: I AM A BIRD NOW.



La voz quebradiza, hueca y llena de matices de Antony se refugia tras el teclado del piano que le acompaña en todas y cada una de sus canciones. En este sentido, cabe apuntar que el nombre del grupo es una excusa porque el grupo como tal no existe, y The Johnsons son simplemente los músicos que le acompañan.

No hace mucho tiempo depositaron en mi mano el cd que lleva por título "I am a bird now" (Ahora yo soy un pájaro), con la advertencia de que era un tipo de música poética, intelectual, diferente... Yo sólo había oído al grupo con su canción "Hope There someone" que abre el cd que os comento.

La primera audición de este trabajo nos traslada a las lluviosas tardes de otoño de la campiña inglesa o de los Hamptons de Long Island, en donde uno necesita recogerse en sí mismo para proyectar fuera de su cabeza imágenes que no somos capaces de expresar verbalmente. Lo que nos podría llevar a afirmar que su música es la esencia del intimismo, algo que no se encuentra muy lejos de la realidad.
También me sorprendió reconocer en uno de los cortes de este cd a la voz de Boy George, lo que después de consultar una biografía del grupo no es de extrañar, ya que Antony fue seguidor suyo en su juventud, además de compartir tendencias sexuales similares. Tengo que decir que el Boy George de esta composición poco tiene que ver con aquel otro que vi en los años ochenta en la Sala Morasol acompañado de su grupo Culture Club. En esta ocasión es un cantante sin maquillaje, directo y sin atajos visuales, vocales o musicales.

Después del comentario que acabo de hacer, no es extraño que en su reciente actuación en Madrid, las primeras filas fueran ocupadas por la trup de almodóvares y demás acompañantes. De ahí, que ni el título del cd, ni las letras de las canciones, ni sus acompañantes a la hora de interpretarlas sean fruto de la casualidad, sino más bien todo lo contrario. Porque para mí, Antony busca a través de su voz, todos aquellos registros que seguramente también intenta descubrir en su vida diaria.
Quizá la música de este grupo no sea de gran consumo, pero estoy seguro que atraéra a los amantes del jazz, la música de cámara o incluso a aquellos que disfrutan de las grande voces de club acompañadas por un piano, algo que queda refrendado en el apoyo que ha recibido de Lou Reed o Laurie Anderson.
La voz de Antony nos desliza con magia y sentimiento a lo más profundo de nuestro universo. Ese lugar que nadie puede visitar o que rara vez alguien descubre. ¡Ah! y no os perdáis el último corte del cd Bird Guhl, sin duda el mejor de todos.

lunes, 20 de julio de 2009

WAPPING, LONDRES.



Nos bajamos del subway en la estación de la Tower Hill y encaminamos nuestros pasos por debajo del majestuoso y elevadizo puente (que entre otras cosas, sirve de acceso a la gran atracción turística que es la fortaleza de los Beefeater o cuervos negros). Como digo, dejamos atrás el puente, después de haber pateado ampliamente las calles de Londres ese día, y atravesamos el lujoso hotel que se encuentra a su lado y que sirve de inicio a una serie de canales, que como ya comenté en otra entrada, nos recuerdan a los de cualquier villa mediterránea, mientras una generosa brisa nos anunciaba la cercanía del río Támesis.

El trayecto que hay entre el citado hotel y el famoso pub del Ahorcado (The Prospect of Whitby), fin de nuestro trayecto, es un reflejo de la gran transformación urbanística que ha experimentado la ciudad en los últimos años, y así, a la derecha y pegados al río, nos encontramos con grandes edificios de cristal que se dejan iluminar por una luz solar muy distinta a la que disfrutamos en España, y que contrasta con las pequeñas casas con jardín que tienen enfrente, y que son el fiel reflejo de las que salen en cualquier serie televisiva británica (y que al menos yo identifico como typical english).

Al irnos acercándonos a nuestro destino, las calles se estrechan y el adoquinado las hace más entrañables. Un caótico sistema de aparcamiento, hace que los autobuses urbanos vayan haciendo slalon, mientras salvan los obtáculos que representan los coches aparcados en estas estrechas vías urbanas y que nos recuerdan la estructura medieval de la ciudad.

Pero quizá, el rincón más acogedor de este recorrido, junto con las grúas que penden de los edificios rehabilitados y que nos relatan que pertenecieron a los antiguos muelles comerciales de la ciudad de Londres, sea un pequeño parque con un hermoso césped y que a modo de gran plaza cubierta de frondosos árboles, está flanqueada por las casas bajas antes mencionadas a un lado, por una pequeña iglesia católica (San Patricio) a otro, y por el pub Duke of York en otra de sus caras, lo que sin quererlo, representan al dedillo la cultura británica.

Entre adoquín y adoquín, nos vamos abriendo paso por los edificios que han sido majestuosamente reformados hasta llegar a Monza Street, fin de nuestro trayecto diario. Una vez en casa, podemos contemplar la alternativa y famosa galería de arte (The Wapping Project) que comparte su espacio con un no menos famoso restaurante, que entre otros platos ofrece un gazpacho andaluz y un buen embutido ibérico (para que luego digan). Un poco más allá, está el Pub del Ahorcado, al que iremos luego después de recuperarnos un poco, mientras que una fina brisa nos sigue recordando que los canales y estanques sobre los que se pratica el piraguismo, son unos acompañantes más de este entrañable barrio de Wapping. ¡A por las pintas!

miércoles, 15 de julio de 2009

CRASH: BSO.



En estos días, estoy terminando la fase corrección de mi nueva novela, aunque para ser más precisos, se trata de un libro de cuentos, cuyo denomimador común son los retratos psicológicos de unos personajes que tratan de escapar de sus propios miedos. De momento, no sé cuántos cuentos van a componer el libro, aunque tengo que deciros que al final, me he decidido a incluir el titulado El final de los relatos en invierno, y que muchos de vosotros ya conocéis, que será el que cierra la recopilación, pues en el fondo sigo creyendo que merece la pena que tenga alguna oportunidad.

Bueno, vosotros me diréis, que tiene que ver ésto con el título de la entrada, y que muchos de vosotros, sobre todo los más cinéfilos, relacionaréis con la película que se llevó 8 ó 9 Óscar en la edición de 2006. Pues es muy sencillo, su banda sonora ha sido mi fiel compañera en la construcción de los retratos psicológicos de mis personajes. Su compositor, Mark Isham, ha sido capaz de crear unos cortes musicales que reflejan magníficamente los estados anímicos por los que transcurren los personajes de Crash (para mí, una magnífica película) y nos sumergen en una atmósfera de tristeza sensible, pero también evocadora de los grandes sentimientos humanos que salen a la luz en las situaciones límites de la vida. Ni que decir tiene, que mi nueva aventura literaria es una reafirmación en la creación de historias de recorridos interiores (ese rara avis en el panorama actual) y que quizá me sirva para cerrar el círculo que empecé con Fragmentos.

LOVE AND REGRET: DEACON BLUE.



Recuerdo aquella noche de febrero, cuando mi chica y yo acudimos a un cine de la Gran Vía madrileña a ver la actuación de este grupo escocés de nombre Deacon Blue, que tiene una carrera musical cargada de buenas canciones como ésta que hoy os traigo aquí. En aquella época, el líder del grupo Ricky Ross compartía protagonismo vocal con Lorraine McIntosh, que finalmente acabó siendo su pareja, lo que no es de extrañar después de ver esa actuación, donde los dos jugaban a enamorarse canción tras canción. Lo que ya desconozco, es si el ocaso del grupo se debió a la separación sentimental de sus vocalistas.


Llevo ya más de un mes escuchando Our Town, un cd recopilatorio de sus grandes éxitos editado en 1994. Si bien es cierto, que en el mismo no se contienen algunas de sus mejores canciones, sin duda para mí, una de las que mejor ha resistido el paso del tiempo, aparte de Dignity es ésta, Love and Regret, de la que os cuelgo su letra (aunque sea en inglés).


Cold dawn won't comfort youcold coffee won't see you throughcold sheets won't heal your heartyour frozen fingers of your name so tarredi know so rarely that things come your wayyour ways are tender and your paths are straightyour mind's not lived in the way ours are setyour heart is open to love and regret


Rings and letters they pass you byyou wish them well and seldom cryfor stones and promises and wedding sighsyou've known the times that you've lived and died


These sailors come by and spend time ashoetheir thoughts are hoarded as yours have been storedyour mind's not lived in the way ours are setyour heart is open to love and regret


Outside in the morning airi hear the soundtrack of the blues-harp playerit touches feelings that you don't arouseknocks me back to that shuttered housetake me back when they're all outtake me back to that shuttered house


I know so rarely that things come your wayyour ways are tender and your paths are straightyour mind's not lived in the way ours are setyour heart is open to love and regret love and regret

lunes, 13 de julio de 2009

ESA MIRADA

Hace un par de meses, mi chica me invitó a asistir a la representación de esta obra de teatro en una sala alternativa del centro de Madrid. Esa tarde noche ya empezaban a mostrarse los primeros albores del verano, y la ciudad disfrutaba de la generosa luz que la inundaba desde lo más alto. Una vez más, dejé el coche aparcado en un lugar que creía que era cercano e inmejorable respecto de donde se encontraba la sala, pero ¡oh sorpresa! ubico el recinto en un espacio equivocado y la sensación de agobio y la cara de idiota, amén del enfado de tu acompañante, nublan momentáneamente lo que iba a ser una estupenda velada.

Este podría ser el lado negativo de la historia, porque sin duda, mi error nos hizo disfrutar de un recorrido por las calles del Rastro, en un horario y en un día, totalmente distinto a cómo yo lo recordaba. La recuperación del centro ha dejado espacios donde al menos el entorno invita a convivir mejor y a recuperar lo mejor de nosotros mismos. Este paseo también me sirvió para recordar mi primera juventud y las hazañas y mitos que uno tenía hace ya muchos años.

De vuelta a la zona de Atocha, pudimos comprobar que salvando las distancias y otras cosas, el barrio se nos antojaba cercano al de Bricklane londinense, donde el mestizaje de razas y personas lo hacen distinto a cualquier otro, a lo que habría que sumar grandes dosis de espontaneidad en el caso inglés.

Una vez orientados, atravesamos un destartalado portal que nos llevó hasta un amplio patio que desempeña distintas funciones, entre otras, la de dar entrada a la sala de teatro. Ya dentro, nos situamos en la primera fila, lo que nos permitió disfrutar de un contacto directo con los actores.

Esa Cara es un drama de la sociedad actual, que representa la dependencia de los seres humanos, pero en este caso, se trata de cómo los hijos llegan a convertirse en padres de sus propios padres y sobre cómo la perfecta estructura familiar se desintegra y se hace añicos.

Polly Stenham escribió Esa Cara cuando tenía tan sólo diecinueve años. Tras su debut en el Royal Court londinense recibió numerosos premios y el aplauso de la crítica, lo que llevó a la directora y actriz madrileña Pilar Massa a comenzar esta nueva aventura teatral.

Para mi gusto, aparte de aplaudir la valentía de poner en pie esta obra, resaltaría el trabajo de los dos jóvenes actores Ivana Heredia e Ignacio Jiménez, que hacen los papeles de hermanos y a los que no me extrañaría ver en un futuro en repartos más ambiciosos.

FLANN O'BRIEN, CRÓNICA DE DALKEY: UNA LITERATURA DIFERENTE


El famoso crítico literario, Harold Bloom, incluyó esta novela en su libro El canon occidental, donde se recogen las que para el citado crítico, representan las mejores novelas de la literatura.

Crónica de Dalkey posee la maestría de crear un universo único, genial y diferente, dentro del mundo que nos rodea habitualmente, y quizá, la mano de Joyce y su Ulises tengan algo que ver.  Flann O'Brien recrea con gran maestría las situaciones más disparatadas, convirtiéndolas en cotidianas y normales en el universo literario del pueblo de Dalkey y sus habitantes, y baste citar aquí el ejemplo de poner en solfa la Teoría de la relatividad de Einstein o la propia muerte de James Joyce.

No cabe duda, que dentro de este caos existencial, se destilan grandes dosis de la idiosincrasia irlandesa, donde la cerveza, el whisky y la omnipresencia de Dios y la religión, en todos y cada uno de los personajes, sirven a O'Brien para caracterizar su mundo literario. En este sentido, el conocimiento de Londres y Dublín por parte del lector, le ayudará a sentirse más cerca de la cotidianeidad de los personajes de la novela y a identificarse con muchas de sus descripciones.

Crónica de Dalkey, es sin duda, una lectura muy distinta a las que habitualmente leemos, y que la casualidad, afortunadamente, de vez en cuando pone a nuestra disposición. Lo que nos llevaría a colocarla en el debe de nuestro destino, amén de dar las gracias a O' Brien por compartir con nosotros su imaginación infinita.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel

domingo, 5 de julio de 2009

EL LUCHADOR



La historia del cine está llena de relatos de perdedores, de ahí, que se corra el peligro de contar una y otra vez lo mismo, sobre todo, cuando son historias que nos llegan desde el otro lado del Atlántico y nos hablan del fracaso en el manido sueño americano. Pero El luchador sale victorioso de esa batalla, pues está contada de una forma sencilla y directa, sin más artificio que el de la verdad. Una verdad descarnada, y a veces sangrienta, de una persona que ha pasado de serlo todo a caer en el más profundo de los ostracismos, salvo cuando va a pelear a un gimnasio de instituto, y los frikis que asisten a tales espectáculos le adulan y le recuerdan lo bueno que ha sido.
Un futuro sin esperanza, y ese necesidad de ser querido y de iniciar una nueva vida fuera del cuadrilátero, nos mostrarán el lado humano que toda persona tiene y que un luchador profesional también posee, lo que nos amplía el perfil del personaje y le hacen más auténtico, y sobre todo, más cercano.
El luchador nos presenta a un Mickey Rourke inmenso, quizá en el mejor papel de su carrera, aunque no se puede pasar por el alto el grado de similitud entre él y el personaje que representa en lo personal, pues Rourke también renace de sus cenizas con esta interpretación, y de momento, con mejor suerte que Ram.
La película que ha sido reconocida en multitud de festivales, y es totalmente recomendable, con la única objeción, en cuanto a las escenas donde salen los típicos borbotones de sangre, para aquellos que tengan ciertos reparos en cuanto a la carnaza. No obstante, bajo mi punto de vista El Luchador es algo más, y nos muestra el retrato humano de una persona que la sociedad ensalza en un momento dado, y que cuando ya no le sirve, la abandona.

miércoles, 1 de julio de 2009

LA FUNDACIÓN FRANCISCO UMBRAL



Hace unos días leí un artículo en el diario El Mundo, en el que se anunciaba la creación de la Fundación Francisco Umbral, acto que apadrinó el Premio Nobel de Literatura José Saramago y que se celebró en Valladolid donde se ubicará dicha Fundación, bajo el patrocinio de Unión Editorial.

Quizá, una de las razones por la que merezca dedicar tu vida a este maltratado arte de la escritura sea éste, el reconocimiento y la posibilidad de que alguien cuide de tu obra cuando tú no estás para defenderla. De ahí, que me alegré al leer esta noticia. Además, por casualidad, días atrás leí un pequeño fragmento de Mortal y Rosa en el metro. Estaba en una de esa pegatimas que estimulan a los viajeros (últimamente se dirigen hacia los usuarios como clientes, ¡toma ya!) a leer mientras, por ejemplo, te desplazas en el metro.

Qué decir del gran Francisco Umbral, sin duda que ha sido para mí el mejor columnista al que yo he seguido, aunque reconozco que no he leído más que una de sus novelas en mi primera juventud, y hace ya tanto tiempo de eso, que no recuerdo el título de la misma; y que siempre tengo pendiente para leer Mortal y Rosa, de la que conozco parte de algunos capítulos que mi chica me ha leído, donde un lirismo desnudo y sincero de un corazón herido como el suyo por la muerte de su único hijo, nos dejó una gran novela para la posteridad.
Por otra parte, en un artículo relacionado con éste, nos relataban los primeros pasos de Umbral
en Madrid, y nos recordaban que dividía su tiempo entre la literatura por la mañana, el periodismo por la tarde y el Café Gijón por la noche, un triplete que forjó su vida y su obra. No sé por qué, pero mis neuras literarias, enseguida establecieron un paralelismo con ese orden vital de Umbral y me dije a mí mismo: por la mañana al trabajo, por la tarde a escribir y por la noche a alimentar a mi blog.
Por mi parte, esta entrada es mi humilde homenaje a este gran escritor, y os cuelgo una de sus columnas que cuando la leí , la recorté y todavía la conservo.
LOS PLACERES Y LOS DIAS
La Luna
FRANCISCO UMBRAL
Como ahora las guerras se hacen con los mosquitos de Alá, ocurre que la NASA se ha quedado un poco en el paro y entonces han decidido replantearse de nuevo si Estados Unidos llegó o no llegó a la Luna, aquella famosa pingaleta de Aldrin desafiando la ley de la gravedad que no había, pues los astronautas flotan en la Luna como un globo medio pinchado en el Congreso, que diría el presidente Aznar.
Lo cual que a estas alturas, y pasados ya de siglo, vuelve la duda sobre si fuimos o no fuimos a visitar a esa dama que los modernistas cursis llamaban Selene. Parece que en la revisión de aquellas pelis hay sombras y contrastes más propios del desierto de Arizona que de la desnuda Luna. A uno le parece bien el juego (nadie ha vuelto a la Luna, y eso ya es sospechoso) porque la NASA está a punto de jubilarse y en algo tienen que dar, pero uno se pregunta si tiene alguna importancia que el hombre llegase o no a la Luna. La conclusión es la misma. Que en la Luna no hay nada, que la Luna no sirve para nada y que su conquista, ahora en duda, no nos ha aportado nada. La gran revelación de la Luna no corresponde a los científicos sino a los poetas, como se había dicho siempre.

Y esta revelación consiste en que la Luna es un lujo, como el Universo todo es el lujo de sí mismo. Me preguntan de una revista femenina qué cosa sea el lujo. Me han cogido con el paso cruzado porque si no le habría dicho a la señorita que el lujo es la Luna, ese astro de ociosidad que se pasea por el cielo luciendo una nalga o la otra, como una musa de Maia- kovski. Maiakovski y todos los poetas líricos, comunistas o no, seguirán sacándole provecho a la Luna y dejando patente esa realidad sencilla y abrumadora de que la Luna es un medallón de plata entre los hermosos pechos de la nada.

Pero la gratuidad de la Luna sirve para informarnos de nuestra propia gratuidad. La Tierra, vista desde la Luna, presenta sin duda el mismo aspecto de descarrío y melancolía que a la inversa.Si de verdad Aldrin estuvo en la Luna, vería desde allí la inutilidad de la Tierra y el vacío de los mundos. Bernard-Henry Lévi escribe sobre la falta profunda de destino que tienen las guerras contemporáneas, y él ha estado en todas. Se lucha por la lucha misma en un planeta vacío de finalidad. Lo escribió Vicente Aleixandre: «La soledad de esos inmensos cielos tras los que nadie escucha el rumor de la vida». Borges, más doméstico, se limitaría a glosar la modesta Luna de enfrente.

Las guerras de Bush y Sadam, de israelíes y palestinos, de Oriente y Occidente, son guerras sin destino y esto lo han comprendido, mejor que los filósofos y los poetas, nuestros briosos soldados españoles que abandonan el Ejército a chorros porque ni el sueldo ni la muerte justifican su uniforme. La gratuidad de la guerra, sin ideas y sin ganas, nos remite a la gratuidad de la vida, que por lo menos trae un noviembre soleado y esa especie deliciosa de cosa o ligue que antes se llamaba novia. Nos estamos matando por nada y la Luna nos lo recuerda todas las noches. Con visitantes o sin ellos, la Luna es el búcaro que amuebla las estancias de la nada. No hace falta ir a la Luna para aprender que la Luna no es nada y que la Tierra sólo es una luna vista desde lejos.






MI PRIMER RECUERDO DE LONDRES


La visita a mi más reciente pasado, me ha llevado a la ciudad de Londres. Hoy hace cuatro años que la vi por primera vez. Es una contradicción, pero la caliente brisa que hoy me ha acompañado hasta el metro, me ha hecho por oposición, recordar el aire húmedo y fresco del Támesis.

Mi primer contacto con las islas se produjo en el avión, cuando una vez que atravesamos el Canal de la Mancha vimos sus campiñas perfectamente delineadas y sus ovejas ocupándolas. Después vino el olor a moqueta nada más salir del avión en el camino que nos condujo a recoger las maletas; los letreros amarillos del aeropuerto, la disposición de los carteles, la información que apenas me decía nada. Todo invitaba a la aventura y ese gusanillo ante lo desconocido me acompañaba por los pasillos de la terminal sur de Gatwick.

De ahí, pasé a un tren ligero que nos acercó a la city. Ya de noche depositamos nuestros pies en un suelo adoquinado a la salida de la empinada y vetusta estación de metro de Wapping, y todo se volvió más idílico si cabe. Pero esas no eran las únicas sorpresas de la noche. Juanma nos llevó en su Ford Focus con volante a la derecha por las estrechas y adoquinadas calles de Wapping, hasta lo que para mi sorpresa, fue un embarcadero con veleros de madera y una postal de cuento de hadas. Bellos barcos enmedio de Londres, y una multitud de personas disfrutando del fresco en un embarcadero lleno de restaurantes y bares. A tan solo unos metros estaba el Támesis, pero esa postal parecía la de cualquier pueblo mediterráneo.

Después cayó nuestra primera pinta y el sonido de la campana que anunciaba que nos teníamos que ir cuando sólo eran las doce de la noche. Parecía que todo había terminado, cuando Juanma cogió su Focus y nos hizo un regalo de esos que sólo se dan en las películas. El paseo nocturno de un Londres el viernes por la noche fue fantástico, calles que no llevaban a ninguna parte y daban la vuelta sobre sí mismas, coches aparcados en calles estrechas por las que apenas se podía pasar mezcladas con la majestuosidad del Pepino de Foster, la Lloyd's Tower, Buckingham Palace, Regent Street, Picadilly Circus, Trafalgar Square, los bobbys y las cabinas rojas dispuestas para ser fotografiadas por los turistas; y de fondo el London Eye, majestuoso al lado del Támesis. Nuestras inquietas miradas se mezclaban con la alegría que ese día reinaba en las calles de Londres con su mezcolanza de razas, costumbres, religiones y olores. Fue fantástico.
Pero todo eso ocurrió hace cuatro años. La tórrida brisa de esta mañana me sacó de un bofetón de mi ensoñación y me recordó que me encontraba en Madrid, este gran pueblo manchego.