sábado, 21 de febrero de 2009

VICKY, CRISTINA, BARCELONA



El fin de semana pasado, por fin pude conseguir una copia en el video club de esta última película de Woody Allen (después de verla no entiendo el por qué). Para mi sorpresa, también compruebo que las calificaciones que ha obtenido por parte de los críticos de cine es de tres estrellas, es decir, la califican como buena. Lo que me deja aún más perplejo todavía.
La sensación que yo tuve en todo momento, es que este genial director y guionista se limitó a realizar una de esas películas de encargo. Yo desde luego, desconozco el círculo de amistades del que se rodea cuando viene a España, pero creo que sin duda debería de cambiarlo. La historia de la película en sí denota dos cosas: la primera que Allen quiere dar las gracias a España por el magnífico trato que se le ha dispensado (sobre todo desde que le concedieron el Premio Príncipe de Asturias) y para corroborar este dato, no hace falta más que ver el reportaje fotográfico que le hace a Oviedo; y la segunda, que el productor catalán Jaume Roures (La Sexta) le encargó un anuncio publicitario de Barcelona para exportar la ciudad al resto del mundo.

Me advierten que tenía que haberla visto en versión original, y así apreciar la interpretación de los protagonistas (Bardem, Cruz y Johansson) pero aunque este matiz sea cierto, nada tiene que ver, para comprender que cuando el argumento es tan vacío y el mismo no te proporciona nada original y nada nuevo en el universo de Woody Allen, las interpertaciones decaen en nada creíbles, como el resto de la película. De ahí, mi perplejidad ante la cantidad de nominaciones al papel secundario de Penelópe Cruz, lo que me hace pensar en este caso en dos cosas: una, la pobreza del resto de interpretaciones secundarias de las películas estrenadas durante el año pasado; y dos, que no hay nada mejor como tener al representante adecuado y estar en la corriente imperante en el momento adecuado, es decir, estar de moda y vender maquillajes, ropa, glamour, etc.
Sólo espero que la próxima película del bueno de Woody Allen, europea o no, sea una película que él quiera hacer, y que me reconforte con aquel ciclo de sus primeras películas que vi junto a mis amigos en el cine Tívoli a principios de los años ochenta.

SLUMDOG MILLIONAIRE



Esta magnífica epopeya de la India actual nos muestra el camino que hay entre la miseria y el éxito a través de unos niños que se convierten en adultos. Sin embargo, las primeras escenas de la película no nos hacen presagiar la envolvente evolución de la historia y sus personajes. Las escenas de acción están ejecutadas con una gran maestría y junto a la música reproducen esa sensación de miedo y huida que están presentes en toda la historia. La huida es sin duda la metáfora que emplea el director Danny Boyle para arrastrarnos desde el lodo de la miseria al cielo del éxito. El hilo argumental a través de las preguntas del programa televisivo es sencillamente genial, con un último giro, que cualquier buen relato corto que se precie le gustaría poseer.

El tratamiento de las imágenes, la fotografía y la luz son tan envolventes, que quizá enmascaran un tanto la cruda realidad, como he leído en alguna crítica. Para mí, esa sensación de ensueño oriental no es nueva, y me recuerda mucho a algunas de las escenas de la película El Amante, basada en la novela homónima de Marguerite Duras, donde la luz y su tratamiento posee grandes dotes de ensoñación. Porque otra de las notas características de la película junto a la huida es el poder de los sueños. En este caso, no es un sueño fabricado desde la abstracción como el de Revolutionary Road, este es un tipo de sueño distinto, el de la búsqueda del primer amor. Éste va a ser sin duda el hilo que en un momento de la película se nos va a mostrar y que no vamos a desprendernos de él hasta el final.
Esta magnífica película tiene todos los ingredientes para llevarse el Óscar en esta edición. Algo por lo que yo apuesto, a pesar de no haber visto las otras películas candiadatas. Slumdog Millionaire sencillamente respira frescura y originalidad, además de contar con los ingredientes fundamentales para conquistar Hollywood: un buen argumento, una historia de amor y un final feliz.

Como en toda buena película que se precie, la música también tiene un lugar estelar en la misma y Allah Rakkha Rhaman nos propone una mezcla ecléctica de músicas y ritmos (incluso en la canción final hay estribillos en castellano) entre los que yo logré reconocer a Goldfrapp, y en donde sin duda, la canción central Jai Ho! es también firme candidata al Óscar, a lo que contribuye el baile final que acompaña a los títulos de crédito.
Que más decir, que el viernes a las siete y media de la tarde una sala de más de doscientas butacas estaba abarrotada (algo que no había visto en mucho tiempo) lo que me lleva a pensar que el espectador cada vez se deja manipular menos, y el boca a boca y el buen cine siempre son grandes reconstituyentes.

martes, 17 de febrero de 2009

HARUKI MURAKAMI, AFTER DARK: HISTORIAS DEL OTRO LADO


La acción de la novela transcurre a lo largo de una noche y la relación espacio-tiempo en este caso es esencial. En cuanto al espacio, un narrador omnisciente nos presenta a los personajes y se mueve alrededor de ellos con total libertad. El autor no los ha elegido de una forma consciente, sino que son más bien fruto de la casualidad y del capricho del ojo que todo lo ve. Respecto del tiempo, Murakami nos dibuja al inicio de cada capítulo un reloj que marca una hora exacta, lo que le sirve para situar cada relato en un instante determinado y no en otro. Es la tiranía del tiempo aplicada a lo largo de una extensa noche. En este sentido, y como ocurre en otras novelas del autor japonés, lo más real deja de serlo y una vez más en los personajes está presente lo que los críticos denominan el otro lado, un universo paralelo al mundo real que conocemos y que posee sus propias normas. El universo organizado de After Dark lo es sólo en apariencia, debajo de esta piel de normalidad, los personajes esconden historias oscuras que enfrentan la parte visible y la parte oscura de cada persona, como por ejemplo, la del ingeniero informático Shirakawa. Tampoco deja de ser chocante, que una de las protagonistas, Mari, prefiera permanecer en el más recóndito de los anonimatos, tapando su feminidad con una gorra calada hasta las orejas. Lo que nos lleva a pensar que ambos personajes representan un determinado arquetipo de personas de la sociedad actual, es decir, son una metáfora consciente del universo humano.

Otra metáfora cargada de gran simbolismo, viene representada también por el personaje de Mari. Ella es la soledad autoimpuesta, que no es otra cosa que un símbolo del miedo al rechazo y de falta de confianza. Personas inteligentes, hermosas y que en apariencia lo tienen todo, son incapaces de atravesar la barrera de su propia piel, de ese rico micro universo que se crean para sí mismos.
En cuanto al estilo del relato, una vez más podemos disfrutar de una aparente sencillez, magistralmente ejecutada en los diálogos, y en la construcción del retrato de cada personaje. Además, cabe destacar en cuanto a la forma de escribir de Murakami, la construcción de frases cortas separadas por puntos y seguido, que casi siempre destilan en la finalización de imágenes llenas de intensidad.

Como ya se dijo anteriormente, la historia transcurre a lo largo de una noche hasta poco antes de amanecer, mientras un reloj marca la hora exacta a la que ocurre el relato de los hechos. La noche para Murakami posee ese poder de transgresión o de ensoñación que el día no tiene, lo que dota a sus personajes de unas actitudes y voluntades que no atesoran bajo la luz del sol. Este matiz es sin duda otra característica que nos quiere resaltar el autor como protagonista principal del otro lado, del mundo fantástico que rodea nuestras vidas y que muchas veces está más cercano del real de lo que a veces queremos admitir.
Al final, la llegada del amanecer restablece las desincronizaciones de la noche y todo reaparece como si nada hubiese ocurrido, aunque ese transcurso de tiempo haya servido para cambiar la vida de sus personajes y la oportunidad de iniciar una nueva historia.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel

viernes, 13 de febrero de 2009

RADIO 3, COLDPLAY Y OTRAS MÚSICAS


Espero que esta entrada sea la definitiva, porque es el tercer intento que hago en estas últimas semanas para publicar este comentario. Debe ser que no me llevo muy bien con las nuevas tecnologías o que soy muy torpe. Pero bueno, vamos al lío. Lo que quería comentar sucedió la tarde del jueves 29 de enero, tarde de la semana que mi querida chica y mi suegra me tienen reservada para hacer la mega compra semanal. Una vez que concluimos tan entretenido menester nos dirijimos a dejar las bolsas a casa de mis suegros, pero cuando llegamos allí, nos encontramos con una ambulancia del SAMUR aparcada en medio de la plaza y un numeroso grupo de adolescentes a su alrededor (creo que todavía no he comentado que mi chica es la profesora titular de Geografía e Historia en el colegio que hay frente a la casa de mis suegros desde hace ya mucho, mucho tiempo). Huelga decir, que en cuanto ella vio el panorama, enseguida identificó al grupo de chicos como alumnos suyos y le salió la versión SÚPER PROFESORA responsable que lleva dentro (es decir, charco que hay, charco en el que me meto) y nos abandonó a nuestra suerte, a mi querida suegra y a mi, junto a las numerosas bolsas del supermercado y a la distancia que separa el coche de la vivienda. Cuando acabamos de tan encomiable faena, yo me bajé a la calle y me acerqué al grupo para ver que ocurría y donde se encontraba mi particular heroína. Para mi sorpresa, no la vi, porque estaba dentro de la ambulancia identificando a dos de los alumnos que presentaban coma etílico, a la vez que llamaba a sus padres para ponerles al corriente de las hazañas de sus queridísimos hijos. El resto de chicos y chicas presentaban síntomas de llevar un pedo impresionante, y sus rostros mostraban generosas sonrisas y todos tenían proclives ganas de abrazarse los unos a los otros. Una vez comprobado que todo estaba bajo control, abandoné esa escena de botellón de fin de semana juvenil y me metí en el coche, con la confianza que mi espera no fuese demasiado larga (¡qué ingenuo!).

Una vez dentro del coche, empecé a manipular la radio en busca de una canción que me gustase o al menos no me desagradara demasiado, cansado ya de escuchar durante toda la semana los 40 principales. ¡Oh, sorpresa! el busca de la radio se para en el 93.2 que anuncia Radio 3 en el panel, y la voz de Julio Ruiz se topa con mis desafinados oídos. Ya no recordaba la última vez que le había escuchado, y como ya me ocurrió hace años, sigue maravillándome ese tesón y esa lucha por sacar adelante su programa musical. Esa tarde estaba repasando las mejores canciones del 2008 a juicio de los oyentes que habían enviado sus votos al programa y que a medida que fui escuchándolas, no me extraña que sean una gran legión. Nada había cambiado desde la última vez que le escuché, música indie de la mejor de aquí y de allí (parafraseando a Julio) y que sin duda me retrotajo a otra época. Perdón por ser tan pesado, pero sí, regresé a los maravillosos años 80 y al programa de radio que junto a Carlos estuve haciendo en una emisora independiente (Radio Luna) alrededor de un año. El programa se llamaba "Lobos como nosotros", igual que la canción de New Order. Allí nos tenías a Carlos y a mí durante una hora a la semana al pie del cañón, transmitiendo con nuestras mejores vibraciones las experiencias musicales de la semana, que normalmente se componían del relato de los conciertos a los que habíamos asistido y de los comentarios de los vinilos que habían salido y que habíamos logrado medio escuchar, junto claro está, con la actualidad musical más "in" entresacada de unas macarrónicas traducciones de la revista londinense New Musical Express que un quiosquero del centro de Madrid se encargaba de sumistrarnos cada semana (fue una pena que mi hermana África en aquella época estuviera en Londres perfeccionando su inglés, porque nos hubiera venido muy bien una ayudita suya).

Como decía antes, Julio iba repasando su maravillosa y ecléctica lista, llena de todo tipo de música (pop, tecno, rock, electrónica...) cuando al llegar al número dos sonó ¡Viva la Vida! de los chicos de Coldplay encabezados por el carismático Chris Martin, el potente sonido de sus violines y demás instrumentos de cuerda entre los que destaco un potente bajo que suena de fondo, lograron conciliarme un poquito con mi gusto musical, y me llenaron de esperanza en la pronta recuperación de mis perdidos oídos, que ojalá puedan volver a captar de nuevo sonidos musicales diferentes. Debo decir, que el único CD que me compré en el año 2008 fue precisamente el de Coldplay, y que por tanto, coincidí plenamente con el gusto de los oyentes de Julio Ruiz y su programa Disco Grande. Desde aquí también quiero rendir un pequeño homenaje a toda aquella gente que desde el inicio de los ochenta ha mantenido en lo más alto a Radio 3, con la programación de todo tipo de músicas y enfoques, enriqueciendo y educando nuestros gustos musicales, y que para mí, han sido toda una escuela de lo que fue la música de finales del siglo XX. Voy a nombrar a algunos de ellos, pero sin duda hay mucho más: Tomás Fernando Flores, Diego Galán, Santiago Alcanda, José María Rey, Jesús Ordovás, Antonio Fernández, Juan de Pablos...

jueves, 12 de febrero de 2009

ARCO 2009



Ayer estuve en Arco. Tuve la suerte de ir el primer día de la Feria, y por ello, disfruté de una muestra de arte contemporáneo sin agobios ni personas peleándose por mirar el mismo cuadro. Este año, por mor de la crisis económica, las galerías disfrutan de espacios más amplios y las separaciones entre ellas las hacen más identificables. Incluso hay áreas de descanso más numerosas y generosas en los asientos, donde el hecho a destacar, serían los sofas y las sillas desmontables de cartón. En las que te sientas y no te caes, todo un milagro de la ciencia y el diseño.

En primer lugar, a la hora de comentar un poco Arco, vaya por delante mi desconocimiento de los tecnicismos y la profesionalidad que acompaña al mundo del arte, por lo que mi comentario sólo trata de reproducir sensaciones. Para empezar, lo que constato después de asistir a las últimas 6 ó 7 ediciones de la feria, es la batalla que año a año va ganando la fotografía en detrimento del resto de soportes, sobre todo, de la pintura. Cuando contemplaba las fotos de formato gigante (imposibles de trasladar a una casa de tipo medio, quizá porque éstos nos son los compradores de obras de arte) pensaba que quizá la fotografía sea la muestra de arte que representa mejor la inmediatez de la sociedad en la que vivimos (ya sé que no solo se trata de encuadrar, enfocar y disparar para llegar al producto final) pero a pesar de todo, el proceso de elaboración es mucho más rápido. Se me ocurre que como el que hay entre escribir a mano o hacerlo en un ordenador con un programa de tratamiento de textos.
La fotografía, en contraposición con la pintura, y más concretamente con la pintura hiperrealista, un rara avis en la muestra de ARCO 09. Además, viendo estas grandes estampas de la foto realidad tuve la sensación que aparte del escaso interés que pueden mostrarme esos paisajes de casa con mar al fondo, en alguna de ellas predominan los rostros y las figuras humanas como un regreso a la cercanía del ser humano a través de una mirada, un gesto o la simple presencia de una persona para ensalzar ese mensaje de cercanía. Asimismo, tuve la impresión que aquellas fotografías que muestran grafitis, pinturas u otras muestras artísticas, se apoderan de la meta expresión artística, es decir, el cuadro dentro de la fotografía, como un arte elevado al cuadrado.

Por lo que respecta a los cuadros, y tras la apreciación que me hizo mi chica, éstos en muchos casos tratan de llamarnos la atención a través de la palabra y no de la imagen. Bueno sí, de la imagen escrita, que en ocasiones se muestra con letras ilegibles, o mediante grandes collages de miles de pequeñas piezas que reproducen una misma imagen o la secuencia de una escena que transcurre en unos segundos, apoderándose de un instante en la vida de una persona, como un cine en cámara lenta. Creo que la presencia de estos macro collages en mini piezas sueltas este año es más numeroso, junto con la ausencia de animales en formol.

Sin duda, las galerías alemanas son las más llamativas por lo extravagante o lo innato de su expresionismo, como muy bien me apuntó Francisco Masedo, pintor hiperrealista de gran proyección y con numerosos premios a sus espaldas, y que se lamentaba que este tipo de pintura no tuviera mayor cabida en la muestra, como si un canal clásico de comunicación hacia los demás ya no fuese válido o no existiera (como me recordaban mi profesores en la universidad, aquello que no sale en los medios es como si no existiese). A mi se me ocurre pensar en la inmediatez, el nerviosismo, el estrés, en fin, matizaciones que reproduzco en mi segunda novela "Estaciones".
Bueno, ahora que se acerca el día de los enamorados, no hay nada más recomendable que pasear junto a tu pareja viendo obras de arte sin agobios, además de sentir, comentar y buscar una mirada de complicidad con la que compartir algo diferente.

jueves, 5 de febrero de 2009

REVOLUTIONARY ROAD


Ayer estuve viendo con mi chica esta nueva película de Sam Mendes. La historia de este matrimonio joven, encarnado por una extraordinaria Kate Winslet y un buen Leonaro di Caprio, nos viene a mostrar una vez más, el peligro que supone no llegar a materializar nuestros sueños. Claro está, que si además está ambientado en la próspera sociedad norteamericana, como paradigma del progreso desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, parece que tiene más calado. Porque de qué se pueden quejar dos jóvenes atractivos y prósperos que viven en una gran casa, tienen dos hermosos hijos, etc, etc, etc.

A veces, el aliño externo no es suficiente para cocinar debidamente la comida que es nuestra vida. Y en este caso, una simple foto de París es la culpable de la ensoñación de una vida no mejor, pero sí diferente en la mente de la protagonista. Bajo mi punto de vista, el germen de tal sueño es un tanto frágil (desconozco si es el mismo que emplea Richard Yates en la novela en la que se basa la película) porque sin duda hay otro camino, aunque quizá más empinado de recorrer para conseguir un sueño, que es el de la propia introspección y el desarrollo de la persona hacia aquel lugar hacia donde nos queremos dirigir. Quizá, una de las moralejas del film sea la de que no hay nada más peligroso que la apariencia de una vida feliz, tranquila y dichosa de cara a los demás, y que aquellos que nos rodean nos consideren seres especiales tocados por la fortuna.

El inicio y posterior desarrollo de la película, me recordó mucho a los cuentos de John Cheever, gran narrador de la América de la postguerra y de la clase media que mantiene las grandes expectativas de un país como EE.UU. El final de aquella historia feliz ya sabemos como acabó: el desencanto de finales de los cincuenta, la época hippie, los divorcios de aquellos matrimonios y la desestructuración en la que actualmente está inmersa la familia americana.

La interpretación, la puesta en escena y el movimiento de los actores ante la cámara, en muchas ocasiones me recordaron a una obra de teatro, y sin mucho esfuerzo puede evocar a otra mítica pareja: Elizabeth Taylor y Richard Burton en ¿Quién teme a Virginia Wolf? o rememorar cualquiera de las obras maestras del desencanto del dramaturgo Arthur Miller.

Particularmente me gustó más la atuación de Kate Winslet, que según he leído en una de las entrevistas concedidas con motivo del estreno de la película, hubo un día que tuvo que abandonar el rodaje, y también se refirió a su mal estado de ánimo en algunas de las fases del rodaje, lo que una vez visto el resultado final, no es de extrañar porque sencillamente lo borda y me parece una firme candidata al Óscar. Leonardo di Caprio también es creíble, pero quizá, menos contundente, lo que no quiere decir que no se enfade o grite.
Por último, mi sorpresa ante las puritanas escenas de sexo, ya que ambos protagonistas las consideraron como difíciles por la proximidad de Sam Mendes, a la sazón director de la película y marido de Kate Winslet.